Qué lejos se halla del paraíso, ay, mi Al Ándalus. Corazón de hermosuras marchitas, tierra de ruinas, fragancia esquilmada, tan solo rica en recuerdos e historias. Sus amaneceres no alegran las piedras del castillo, desperdigadas en la colina, que alarga su penumbra sobre el pueblo miserable y deprimido, aplastado por el Sol inclemente, carcomido de ignorancia. ¿Quién vivió allí, en el antiguo palacio, en la colina? Nadie lo sabe, todo esta olvidado por casi todos. Qué lejos quedan los días de tu poder, ay, mi Al Ándalus, agotada como una naranja sin jugo. Esa morena, esos labios cuyo color tomaron las noches, se prostituyen en el arcén de una carretera. El viento ya no sopla desde esta tierra, su costa amurallada de hormigón retiene el aire, lo pudre y lo deja caer en forma de neblina sobre el Gran Río domado, prisionero de una presa en Sevilla. Ya no te añora Ibn Jafaya, ya no te suspira Boabdil entre montañas, ya quedaron extintos los reyes del pasado y sus linajes, de un mundo que no existe, vuestros tronos los ocupan mentirosos, saqueadores, profanos de las leyes de Dios y de los hombres.
¿Fuiste cierta alguna vez, Al Ándalus, creciste en el mundo de la materia, donde todo se corrompe y nada es nunca perfecto? Quizás solo has sido un sueño de belleza, tallado en la caligrafía de los muros, en los cuentos de príncipes poetas y de hazañas y aventureros; imagen borrosa de un antiguo cristal, siempre gloriosa, siempre bella, porque existes en el mundo de los anhelos.
Letra original de "Ay, de mi Al Ándalus", de Ibn Jafaya:
¡Qué
lejos me hallo del paraíso,
De
mi Al Ándalus!
Al Ándalus
sede de cuánta hermosura;
Lagar
de la fragancia toda,
El
esplendor de sus amaneceres
Es
de alegre semblante,
Y
de labios de una morena
Tomaron
el color sus noches.
Siempre
que el viento sopla desde mi tierra,
Grito
con añoranza: ¡Ay, de mi Al Ándalus