I am only a fool
who buys many books

sábado, 21 de julio de 2012

Unidad


Dejad todo lo que hacéis, hombres y mujeres, acallad el murmullo del mercado, abandonad vuestro ajetreo, pues sois como hormigas que se afanan yendo y viniendo sobre el vientre de un gigante, como la hierba que cubre la tierra, o la arena que viaja de un extremo a otro del desierto, arrastrada por el viento. Decidle al orador que calle, pues solo queda una cosa por decir. Decidle al escritor que seque la tinta y detenga su imaginación, y al sabio que se aleje por un momento de sus libros añejos, y al filósofo que deje de rumiar y extraviarse en sus conjeturas vanas.

Esta noche la realidad se transformó en sueño, y el sueño se hizo real porque ¿Acaso no son reales nuestros sueños, si son parte de nuestro mundo? Compartimos, mientras soñamos,despiertos o dormidos, la creación con el mismo Dios, ya que somos capaces de hacer aparecer, de mil piezas dispersas, un pequeño universo en orden con su propia lógica, engarzado en la superficie del gran Uno que lo abarca todo. No hay diferencia entre sueño y vigilia, solo la que existe entre el torrente fresco y la roca.

Esta noche aprendí sin abrir los ojos, sin observar la oscuridad de mis habitaciones, sin siquiera pensar. Esta noche el conocimiento cayó sobre mi como el agua de una cascada, como el Sol que alumbra la pradera vacía y hace brotar en ella los colores del tulipán y la rosa. Como una voz que entona una canción eterna desde lo profundo del corazón, notas de una música sin principio ni fin que alcanza nuestras conciencias, serpenteando entre los resquicios de nuestros muros de metal y ciencia.

Y la canción decía que todos somos uno solo, el pez en el agua y el hombre que lo pesca en la ribera, el ternero en el campo y el granjero que lo sacrifica, el sastre que teje la seda y el gusano que se viste con ella; y el asesino y el ladrón y el cruel, y sus víctimas, los que soportan en silencio o con gritos de rebeldía el peso de la historia, todos son notas de la misma música que da fuerza y sentido a este mundo, y a todos los demás.

Así fue como aprendí, en la luz que inundaba la noche, que el peor pecado es la intolerancia, que la incomprensión y el egoísmo son la raíz de todo crimen y horror que provoca el hombre. Porque cualquier diferencia es solo superficial, porque la diversidad es el reflejo de mil espejos contiguos, reverberando con la belleza de la creación. El que permanece ciego a esta verdad es porque se niega a ver, el que a pesar de conocerla prefiere ignorarla es un hipócrita, tiene el corazón seco como una espiga abandonada al Sol de agosto. El rígido se quebrará, así queda escrito.

domingo, 15 de julio de 2012

Canciones Tristes

Recorro los caminos de los mercaderes y los peregrinos entre La Meca y Medina, entre Calcuta y Kerman, entre Constantinopla y Jerusalén. Canto para los viajeros de las caravanas, y a cambio me dan sustento y me permiten acompañarles, hasta que llego a alguna aldea cuyos habitantes me acogen entre ellos, hasta que he agotado mi repertorio de canciones, y entonces prosigo mi camino. Canto en árabe y griego, en farsi y turco y urdu, y en hindi y gujarati, y también sé algunas canciones en inglés, que un soldado irlandés me enseñó en la India, y que hablan de una memsahib llamada Nancy.

Cuando llego a algún lugar donde no había estado antes y canto mis canciones siempre me piden que pare y cante algo más alegre, porque no es momento para canciones tristes, porque el mundo es grande y bello, porque el tiempo es próspero y el amor encuentra siempre su camino. ¿Y acaso existen canciones alegres que sean sinceras? Cuando la vida es todo sonrisas y felicidad, qué necesidad hay de escribir canciones, quién es el loco que abandona su dicha y confiesa su pensamiento al papel y a la música, si el Sol está en su cenit, y la Primavera de nuestras vidas despliega ante nuestros ojos su cálido abanico de colores. Cuando nace la felicidad en nuestros corazones no es necesario hablar de ella, ni cantarle, porque alumbra la creación por sí sola. Y si nos abandona, entonces es cuando cantamos por añorarla, por transformar su recuerdo en algo bello que regalar al mundo. Yo no sé canciones alegres, nunca he creído en ellas. La felicidad se disfruta en silencio, inunda nuestras almas y rebosa en un rocío amable sobre los que nos rodean.  Es la tristeza la que no puede ser soportada sin palabras, sin la certeza de que otros sintieron del mismo modo.

Y por eso canto sobre el amor ausente, sobre el hijo o el padre muerto, sobre las flores marchitas y los santuarios en ruinas, sobre pozos secos, sobre viajes sin retorno; porque la tristeza y la nostalgia, no la felicidad, alimentan nuestra imaginación, tocan la raíz de nuestros suspiros. Esto es lo que digo a los que me piden canciones más alegres, y si no les gusta sigo mi camino. De Yidda a Bagdad, de Isfahán a Mashad, todos acaban prefiriendo mis canciones tristes.

viernes, 13 de julio de 2012

El Sabio de Kufa


Hace tiempo una historia de lo más curiosa llegó a mis oídos, Emir de los Creyentes.


Dicen que en la ciudad de Kufa vivía un sabio que andaba siempre preocupado por la suerte de sus vecinos y de la humanidad entera, y no descansaba ni comía pensando en la manera de acabar con sus desdichas, aliviar sus espaldas de la desigualdad y la injusticia.


Y dicen que por fin, después haberse encerrado en su casa durante un ciclo completo de la luna, salió a la calle tembloroso y, tras convocar a sus vecinos y amigos en una plaza del zoco, les comunicó que había encontrado la manera de llevarlos a todos al paraíso, donde no conocerían el dolor y todos vivirían de acuerdo a la Verdad suprema. Lo único que tenían que hacer era entregarle las armas, cuchillos y herramientas que pudiesen guardar en sus casas, e irse a dormir, que él se encargaría de todo mientras ellos descansaban.


- ¿Y qué sucedió entonces, visir?


Mientras las buenas gentes de Kufa dormían, el sabio entró en sus casas una por una y los degolló a todos en sus camas. Luego les quito el pellejo a los cadáveres, y coció los huesos en agua para desprender los restos de carne. Por último, el sabio enloquecido  construyó una escalera con los huesos de sus vecinos, una escalera que subía hacia el cielo, y cuando vuestra guardia, Emir de los Creyentes, capturó al hombre para entregarlo a la justicia, no dejaba de gritar: "¡Dejadme estúpidos, ignorantes, todo lo he hecho por vuestro bien, he mostrado al hombre el sendero hacia la felicidad!”


¿No están igual de locos todos los que sueñan con cambiar el mundo, con pavimentar el camino al paraíso con los huesos de sus semejantes, Emir de los Creyentes?

martes, 3 de julio de 2012

Una Brizna en Un Jardín

La brizna de hierba que crece como una pátina verde en mi jardín, que se alza débil desde las raíces más profundas de la tierra; sueña con rozar las hojas del naranjo, enredar el cielo en un abrazo constante y ligero, estrecharse en torno a su luna de rojo y néctar agrio. Pero los árboles orgullosos, las flores vanas y caprichosas, los pájaros que redibujan con sus canciones mi jardín añadiéndole nuevos colores de belleza divina, todos los habitantes de mi vergel, ignoran los anhelos de la hierba blanda, que en Verano arde y en Invierno se congela, a la que la lluvia aplasta y el viento y los niños curiosos arrancan. Los animales más inofensivos la devoran, su propia semilla la hace brotar frágil. Sus deseos son insignificantes, su presencia es prescindible, su orgullo se ve constantemente humillado. Y, sin embargo, cómo ama la hierba a todo lo que la rodea. En su corazón solo desea abrazar al mundo entero con sus raíces, cubrir cada rincón vacío con trazos de verde puro, el único pigmento que se le permite. La frustración no empaña su esfuerzo, el patetismo solo acrecienta la belleza de su regalo. La brizna de hierba, que crece con optimismo en mi jardín, se entrega sin reservas a la creación, y por eso es el ser más fuerte, el más importante, de todo mi Edén.