I am only a fool
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domingo, 15 de julio de 2012

Canciones Tristes

Recorro los caminos de los mercaderes y los peregrinos entre La Meca y Medina, entre Calcuta y Kerman, entre Constantinopla y Jerusalén. Canto para los viajeros de las caravanas, y a cambio me dan sustento y me permiten acompañarles, hasta que llego a alguna aldea cuyos habitantes me acogen entre ellos, hasta que he agotado mi repertorio de canciones, y entonces prosigo mi camino. Canto en árabe y griego, en farsi y turco y urdu, y en hindi y gujarati, y también sé algunas canciones en inglés, que un soldado irlandés me enseñó en la India, y que hablan de una memsahib llamada Nancy.

Cuando llego a algún lugar donde no había estado antes y canto mis canciones siempre me piden que pare y cante algo más alegre, porque no es momento para canciones tristes, porque el mundo es grande y bello, porque el tiempo es próspero y el amor encuentra siempre su camino. ¿Y acaso existen canciones alegres que sean sinceras? Cuando la vida es todo sonrisas y felicidad, qué necesidad hay de escribir canciones, quién es el loco que abandona su dicha y confiesa su pensamiento al papel y a la música, si el Sol está en su cenit, y la Primavera de nuestras vidas despliega ante nuestros ojos su cálido abanico de colores. Cuando nace la felicidad en nuestros corazones no es necesario hablar de ella, ni cantarle, porque alumbra la creación por sí sola. Y si nos abandona, entonces es cuando cantamos por añorarla, por transformar su recuerdo en algo bello que regalar al mundo. Yo no sé canciones alegres, nunca he creído en ellas. La felicidad se disfruta en silencio, inunda nuestras almas y rebosa en un rocío amable sobre los que nos rodean.  Es la tristeza la que no puede ser soportada sin palabras, sin la certeza de que otros sintieron del mismo modo.

Y por eso canto sobre el amor ausente, sobre el hijo o el padre muerto, sobre las flores marchitas y los santuarios en ruinas, sobre pozos secos, sobre viajes sin retorno; porque la tristeza y la nostalgia, no la felicidad, alimentan nuestra imaginación, tocan la raíz de nuestros suspiros. Esto es lo que digo a los que me piden canciones más alegres, y si no les gusta sigo mi camino. De Yidda a Bagdad, de Isfahán a Mashad, todos acaban prefiriendo mis canciones tristes.

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