El Emperador Universal lo tiene todo, porque no se ha negado nada. La vida es un bosque repleto de frutos, pero la mayoría de los hombres son demasiado cobardes como para recogerlos, arrancarlos de sus ramas...Achacan sus fracasos y sus tristezas a una fortuna adversa, a la resistencia del fruto, pero éste desea entregarse, desea ser recogido...Esos hombres han nacido para ser esclavos. El Emperador lo supo siempre, el Emperador siempre estuvo seguro; y nada se alza más alto que él. El eco de sus pasos llena la estancia, su rostro se refleja en la superficie pulida del suelo, del color del atardecer. Y sin embargo...
¿Qué ha sido eso? ¿Acaso ha cruzado una duda por su mente? Sería la primera vez en toda una vida. Él nunca ha dudado, porque es fuerte. Y sin embargo...
¡Otra vez!¿Qué es esto, esta culebra escamosa que se agita bajo su piel y le atenaza el corazón? Podría ser que...¿Podría? ¿Qué podría? Las cosas son o no son. Sus apetitos, sus deseos, poder conseguir cuanto quiere, el poder. Esas cosas son reales, la duda es un fantasma, un oscuro presagio. Y aún así...
Nació en una casucha de cañas empapada de barro y atestada de mosquitos, enterrada en un pantano olvidado. Lo primero que vio en este mundo fue la miseria, y desde entonces su mente infantil, apenas una semilla temblorosa de lo que sería, supo que aquél no era su lugar, que la vida no le daría nada que él no tomase por la fuerza. Fuerza. El niño no lloró al nacer, ante el asombro de los presentes, y no rió hasta los seis años, cuando aplastó con una piedra la cabeza de un muchacho mayor, que unos días antes, en el mercado, le había sumergido la cara en un charco, y se había burlado de su altura, de sus miembros delgados. Ya no se burlaría más, pero el Emperador rió durante todo un día. Ahora la gente sabía quién era él...Que se preparasen. Su aldea natal había sido destruida, hacía ya años, por orden suya, y su nombre borrado de los registros, desvanecida de la existencia...Por su voluntad.
¿Pero era eso real o una ilusión? Toda su vida había mimado su orgullo, alimentado sus deseos, porque nada más era real...¿Qué es el bien y qué el mal? Solo palabras, solo sueños de hombres menores, hombres débiles...En el mundo solo existe la diferencia entre hacer y no hacer, entre el valor y la cobardía. Los cobardes dudan. Y sin embargo...Algo fallaba, una sombra informe le clavaba sus colmillos venenosos en lo profundo de su conciencia. ¿Y si se equivocaba? ¿Y si toda su vida había vivido una ilusión, y todo su fasto y su poder eran irreales? Pero entonces ¿Qué era real? Quizás debería haber escogido el camino opuesto, el de los santones y "sabios" que tanto había despreciado. Charlatanes semidesnudos, malviviendo de la limosna, ciegos, cobardes. Quizás el Emperador no era sino un sueño de un pobre niño humillado, un niño sucio, mínimo, feo y enclenque, viviendo en una casucha de cañas. Quizás toda su vida había estado preso en aquella casucha embarrada.
¿Pero realmente importaba? ¿Acaso puede el ser humano dirigir su naturaleza, darle forma como un alfarero a la arcilla, o un músico al sonido? Quizás no seamos dueños de nosotros mismos, sino nuestros esclavos, sujetos a los designios de nuestros miedos, nuestros sueños...Cómo puede ser alguien emperador del universo, si no es señor de sí mismo. Por primera vez en una vida, el Emperador Universal se sienta en su trono con el alma corroída por la duda. Siente como sus brazos pierden fuerza, como su espada empequeñece en la vaina, como su arco se destensa...Siente como él mismo decrece, como su corona se desliza fuera de su frente, cada vez más estrecha. El Emperador Universal esta muriendo en vida, asesinado por el miedo, mientras en su corazón se fortalece la bestia de escamas negras, drenándole la sangre y su voluntad.
El Emperador duda, y afuera, en el patio de armas, se escucha el choque de las espadas, los primeros gritos traidores en su palacio.