I am only a fool
who buys many books

viernes, 20 de septiembre de 2013

Fragmento de la Crónica de los Años, del maestro Qutb


---------Esta parte del pergamino ha quedado muy dañada y resulta ilegible--------

"...Y en el centro mismo de la ciudad circular se levantaba el Jardín Charbagh. En sus límites se había construido un muro de roca roja, de cien varas de alto por lo menos, del que nacía una bóveda magnética. En el muro se abrían dos únicas puertas, una en el lado Este y otra en el Oeste del recinto, llamadas Puerta del Sol y Puerta de la Luna, tan alejadas entre sí que para llegar de una a otra bordeando el recinto de los jardines era necesario un viaje de una semana a lomos de una tecno-mula. Las puertas eran de madera de ébano y teca, adornadas con motivos florales y figuras que, con gesto amable, invitaban a entrar a comunes y aristócratas. Pero, a pesar de lo grande que pudiera parecer la belleza de estas puertas al viajero recién llegado a la ciudad, no era en absoluto comparable a lo que le esperaba más allá. Prados de hierba verde se ondulaban por entre colinas coronadas de ricos pabellones, donde los amantes llevaban comidas y bebidas, degustándolas sobre sus manos y cuerpos, haciendo el amor con plena libertad bajo la luz del día o el reflejo plateado de la noche. Repartidos por el inmenso jardín, que ocupaba un número ingente de estadios, cuyo número exacto nadie en la ciudad supo decirme, se levantaban templetes ocultos, antiguas estatuas grecas torcidas y vestidas de hiedra, estanterías recubiertas de azulejos donde se depositaban libros, perdidos entre las arboledas para cualquiera que quisiera leerlos, y otras maravillas recónditas en la inmensidad del jardín, para el cual no se había hecho mapa alguno. El gran vergel era una terra incognita aspirando a ser explorada y redescubierta mil veces. En su interior guardaba lagos extensos como mares, en cuyas profundidades algunos decían haber vislumbrado las siluetas de bestias desconocidas con enormes aletas. En una ocasión, paseando por la orilla de uno de estos mares, encontré a un grupo de personas rodeando una caracola de seis metros de alto, abandonada en la arena entre sus primas de menor tamaño. Unos niños se internaron en su espiral nacarada, jugando a hacer eco y a deslizarse hacia abajo por sus paredes como por un tobogán, mientras los adultos imaginábamos el tamaño del monstruo que habría habitado la enorme concha. Los mares interiores eran alimentados por ríos que nacían de una montaña que se suponía marcaba el centro del jardín, aunque lo cierto es que desde los tiempos de su construcción nadie midió las dimensiones del parque, tan embriagadora era la sensación de plenitud allí que adormecía la curiosidad y el afán científico.

El Charbagh fue construido hace ya un milenio por Darío el Grande, fundador de la dinastía Arquetípica. Ocupando el corazón de la capital, sede del gobierno de mil mundos, el vergel fue concebido por el emperador como un espacio sin leyes, sin restricciones ni fronteras, sin guardianes ni autoridad; el gobernante era igual al gobernado en su interior, el crimen no tenía cabida tras sus muros, pues cualquier necesidad humana era inmediatamente satisfecha. De sus árboles de genes modificados colgaban frutos perennes, los animales que lo habitaban eran mansos, buscando siempre las caricias de los visitantes, lejos del peligro de cualquier especie depredadora, y la atmósfera era regulada por expertos climatólogos del servicio imperial. Así, la lluvia en el jardín no era sino un goteo suave y cálido, el viento corría en forma de una calma brisa, y en el período Invernal nevaba lo justo para obtener una bella estampa blanca del paisaje. 

Hace unos años, cuando nos llegaron las noticias del saqueo de la capital por los herejes Iconoclastas y la traición del visir Contostéfanos, que saboteó la defensa del Imperium, nos informaron también de la destrucción del Charbagh, cuya inmensidad verde quedó abandonada a las inclemencias y los ciclos destructores de la naturaleza, desamparado de la mano del hombre. Hoy he vuelto a las ruinas de la capital, tanto tiempo después de mi primera visita, y no he resistido la tentación de ver el estado del viejo edén de mis recuerdos. Los árboles ahora solo florecen y dan frutos de manera estacional, los animales mansos han sido pasto de especies más violentas, las estatuas yacen derruidas junto con los templetes, los libros han desaparecido de los estantes de cerámica quebrada, y los mares interiores rugen en furiosas tormentas. Mientras paseaba por el jardín sumido en la barbarie una lluvia densa cayó sobre mí, empapándome completamente, tronando en un cielo de nubes oscuras, y entre toda esa violencia natural yo mismo retrocedí varios pasos en mi propia evolución y corrí, y grité bajo la lluvia, y me despojé del atuendo de la civilización; me volví uno con la furia que se había enseñoreado del paraíso del hombre, dando forma a mi propio desamparo, reafirmándome en el rugido de la vida primigenia frente a la angustia del mundo derruido. La tormenta amainó y el sol me encontró sentado bajo un árbol, observando el mar de los monstruos y los crustáceos gigantes. Una especie de águila bajó en picado hacia el agua y volvió a remontar el vuelo después de rozar la superficie azul oscuro, portando un pez en su pico. Volvió a su nido, que se encontraba en un árbol cercano al que me había servido de refugio, y allí devoró al pez y esperó a que su pareja volviera con otra presa. Aquella imagen sigue siendo hoy una de las mas bellas y reveladoras que guardo en mi memoria."

jueves, 12 de septiembre de 2013

Mi voz muda su música,
se suceden las etapas de este viaje eterno
que solo comenzó ayer,
cuando cerré a mi espalda la puerta de tus labios.
Mi voz muda su tono,
desde entonces, todo ha cambiado.
Tú ya no eres la misma,
y aunque perdida tu forma, te sigo pensando,
te imagino en cada nuevo despertar de la tierra,
como un dogma repetido hasta perder su significado,
como un ritual vacío,
te sigo repitiendo en mis rezos letánicos.
Tu corazón sigue siendo el santuario de mis peregrinajes,
tu silueta de carne cálida, no vapor fatuo y fantasmal,
sigue arrastrando mi deseo.
Todavía busco tu costa perfumada,
perdida entre mares de recuerdo,
ondulante y eterna en sus rizos de piel morena.


domingo, 1 de septiembre de 2013

Mi Amor Salado

Mi Amor salado me encontró sentado
en una playa de rocas, viendo al día hundirse
entre bosques de algas grises,
en el confín del mundo,
donde la Tierra se sumerge
en un mar forjado de acero.

En una ciudad de piedra oscura,
en torres corroídas por la brisa marina,
nos amábamos mi Amor Salado y yo,
agitándonos como dos juncos dorados
atrapados en el viento de la albufera;

serenos despertares
en los brazos de amaneceres de plata,
con sabor a sidra en la memoria,
licor de estrellas servido en copas de cristal verde.

Campos de trigo animados por un viento frío,
costa cortante de acantilados férreos,
en vuestro corazón luchan un dragón blanco y uno rojo,
el fuego del amor, hijo predilecto de la vida,
y la neblina pálida del tiempo, portadora de olvido.