Mi voz muda su música,
se suceden las etapas de este viaje eterno
que solo comenzó ayer,
cuando cerré a mi espalda la puerta de tus labios.
Mi voz muda su tono,
desde entonces, todo ha cambiado.
Tú ya no eres la misma,
y aunque perdida tu forma, te sigo pensando,
te imagino en cada nuevo despertar de la tierra,
como un dogma repetido hasta perder su significado,
como un ritual vacío,
te sigo repitiendo en mis rezos letánicos.
Tu corazón sigue siendo el santuario de mis peregrinajes,
tu silueta de carne cálida, no vapor fatuo y fantasmal,
sigue arrastrando mi deseo.
Todavía busco tu costa perfumada,
perdida entre mares de recuerdo,
ondulante y eterna en sus rizos de piel morena.
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