I am only a fool
who buys many books

miércoles, 29 de febrero de 2012

Indiferencia

Hoy por fin ha llegado el dia
en que ni siquiera te giras cuando paso a tu lado.
Hoy por fin he sentido
que ya era como la flor marchita que arrastra el viento,
que no deja el más leve rastro de su aroma;
como la oscura ruina de la que apenas queda
una columna en pie.
Has ido robando los ladrillos dispersos de mi recuerdo,

para construir un nuevo presente,
y ya no queda nada de mí.
El tiempo me ha desgastado,
ha borrado cualquier presencia en tu corazón
de las noches pasadas, 

no queda ni el reflejo de una estrella
de tantos besos bajo las mantas, 

de tantas palabras hechas caricia,
se ha extinguido el calor.
Solo queda la fría indiferencia
que mata los colores de esta sombría Primavera;
un cauce sin agua
y una eternidad de silencio.

martes, 28 de febrero de 2012

Pelirroja


El gris opresivo de la mañana se calcina cuando una llamarada roja atraviesa la calle, y no hay hombre que no se vuelva a mirarla. Fuego sagrado, estrella caída, ¿Quién te envió entre los humanos? ¿No está acaso tu lugar en un campo de tulipanes rojos, o ardiendo en el cielo al caer la noche? Tras tu paso las calles parecen más oscuras, los placeres más insípidos, y las demás mujeres son témpanos junto a ti. Has venido al mundo como antesala del paraíso que se esconde entre tus pechos.
Ángel, fuego y pasión ardientes, nos llenas de turbación y te vas. Dinos al menos tu nombre, para que podamos adorarte como diosa, y llamarte en nuestros sueños.

lunes, 27 de febrero de 2012

El Templo

¿No vienes con nosotros al templo?
Suenan las campanas, ya llaman a la oración

“Por qué encerrarme,
Ser enterrado con vuestro Dios de oscuridad y piedra fría;
vuestro Dios, que vive oculto entre el dogma y la penitencia.
Prefiero mi templo, prefiero a mi Dios.
La tórtola y el mirlo llaman a su oración,
los crecidos magnolios son sus columnas y pórticos,
la fuente helada en la mañana de Verano, su altar;
el beso tierno y sincero, su comunión,
la noche su cúpula inabarcable,
y las estrellas mil cirios en su honor”.

jueves, 23 de febrero de 2012

Guardia, ya que me llevas al cadalso, encadenado de pies y manos, te suplico que me hagas yacer ahí, en el antiguo recinto de la feria. Compadécete de este viejo, dame muerte ahí donde se alzaban las casetas de vivos colores y la luz de los faroles alumbraba los rostros alegres. Guardia, no me ajusticies en el frío patíbulo rodeado de desconocidos burlones, mátame ahí, entre los felices fantasmas del pasado, con las risas y mis viejos amigos.

Aquí guardia, aquí. Que el hierro abra mi garganta en el lugar en que Dios me regaló la flor roja del amor, ya marchita en mi corazón. Que me abrace la muerte donde son gratos los recuerdos, que mis huesos descansen por siempre donde besé a la chica de pelo oscuro, que mi recuerdo se una al suyo y seamos felices por siempre en un mundo más allá del dolor y la pesadumbre. Aquí guardia, aquí. Mi espíritu está cansado, no dará un paso más. Aquí guardia, hazme yacer aquí.

lunes, 20 de febrero de 2012

Su Muerte

Qué hacer si tu recuerdo está tallado en piedra en mi ánimo; si cada calle, cada esquina, guarda una imagen de ti. Salgo a caminar una noche, y siento tu perfume en la oscuridad, llamándome desde el antiguo campanario. Tras los ladrillos de la iglesia oigo tus quejidos, tus pies al temblar sobre el mármol frío.


Y golpeo las puertas, grito: "¡Dejádme, dejadme entrar, dejad que la devuelva al calor de la vida, no la retendréis en la sombra de los rostros tallados, que atemorizan su sueño. Sacaré su cuerpo dulce del ataúd, la devolveré a la cama que compartimos tantas veces, donde dormiremos juntos, por siempre!" Dejo mis uñas clavadas en la madera, mis dedos convertidos en una pulpa roja goteando sobre los adoquines.


Entonces se abre gimiendo el portón, aparece en el dintel un triste cráneo, quebrado por los siglos, la sombra de un mártir, la larga barba de pergamino y el hilo de oro abrigando los huesos desnudos. Me habla:
"Ella no está aquí, ella ya es libre;  y su tumba es la Luna, no el mármol, y su aliento la fragancia de la flor nocturna que, como un delicado recuerdo, se abre bajo tu ventana. Pierdes el tiempo, no la busques aquí, ella ya está contigo"

martes, 14 de febrero de 2012

La Ciudad (2)

Hay que escapar de esta ciudad, salir de la maldita ciudad.
Porque en cada esquina, en cada calle, encuentro su sombra que se alarga, su cabello negro que me persigue como los tentáculos de una bestia marina, esas que habitan en abismos donde nunca llega la luz. Los ventanales en los muros parecen burlarse de mi, y el agua de las fuentes suena igual que su risa...Cómo deseo escapar de su risa, tanto como necesito escucharla. 
Y cómo la odio.
Por necesitarla, por amarla, esta maldita ciudad de muerte y recuerdo, impregnada de su risa y su olor y su mirada en cada llama eléctrica que alumbra las calles por la noche. 
Hay que huir de la ciudad. Tan lejos y tanto tiempo como sea posible, quizás no volver...
Pero incluso hasta el extremo más lejano del mundo, atravesando mares, montañas, me llega su murmullo, su ajetreo. Esté donde esté conquista mis sueños, ocupa mi pensamiento; no logro espantar su presencia, ominosa como un sol oscuro, sobre mi corazón.
Ciudad de frío eterno, donde se ha extinguido cualquier posibe Primavera, cualquier oportunidad de renacimiento; solo casas habitadas por fantasmas y recuerdos.

lunes, 13 de febrero de 2012

El eje de la Rueda

Algún día moriré.
También viviré algún dia,
viajaré
entre la niebla que separa vida y muerte,
tenue frontera,
hasta que se confundan en un mismo instante de gozo y desdicha.
Algún dia moriré.
Cuando llegue a casa les diré a todos que te amé,
que pasé mi vida adornando tus pies y manos de vivos colores,
que prendí en tu pelo flores de naranjo,
y sacrifiqué en tu corazón mis anhelos.
Algún dia viviré,
y todos me preguntarán
"¿Qué cargas en ese cofre de luz y suspiros?"
Yo les responderé
"Cargo su recuerdo, el vuelo de su alma,
La vida de sus besos".

miércoles, 8 de febrero de 2012

Cuentos para el Califa (2)

Ahora os contaré la historia, Emir de los creyentes, de tres hermanos, los hijos de un rico mercader, que viajaban a toda prisa de vuelta a su ciudad natal desde tierras lejanas, ya que su padre agonizaba en su lecho de muerte. Ya les quedaba poco camino por delante cuando llegaron a una aldea, cerca de la ribera de un río que debían cruzar, pero el río bajaba embravecido por las lluvias del otoño, y se desbordaba formando mortíferos remolinos. Los tres hermanos se refugiaron en la posada del pueblo mientras decidían qué hacer. Sentados alrededor de una mesa la hija del posadero les sirvió la cena, y cada uno tomó su decisión sobre el camino a seguir.


El primer hermano pensó que había que cruzar el río a toda costa, así que a la mañana siguiente botó una barca y se internó en la vorágine. El viento y la corriente, unidos en furiosa tormenta, empujaron la barca contra las rocas, donde pereció estrellado el primer hermano.


El segundo hermano también estaba impaciente por continuar el viaje, pero era más prudente. Decidió que cabalgaría paralelo al río hasta encontrar una zona de aguas mansas. Así, cuando se hubo alejado del pueblo varios kilómetros, unos bandidos lo asaltaron, le arrebataron cuanto llevaba y le cortaron el cuello.


El tercer hermano, por su parte, decidió esperar en el pueblo hasta que las lluvias cesasen y el río volviera a ser transitable. Se estableció en la posada, e igual que ocurre con dos pájaros que conviven en la misma jaula, surgió el deseo entre el hermano y la hija del posadero. Vivieron su aventura a escondidas, tras cacerolas y puertas, hasta que ella quedó embarazada, y decidieron casarse, porque el deseo se había convertido en amor. Se celebró la ceremonia y una gran fiesta que iluminó el pueblo entero durante varios días. Pasaron los años, el viejo posadero murió, y su hija y su marido se hicieron cargo del negocio, que gracias a algunas ideas innovadoras conoció un gran éxito, convirtiéndose la posada en una fonda y taberna famosa en todo el país. Pasó el tiempo, los hijos del tercer hermano y su esposa crecieron, viajaron, criaron a sus propios hijos...Y una noche, mientras el tercer hermano y su mujer, ancianos los dos, descansaban recostados en la cama, ella, con un súbito respingo, como acordándose de algo, dijo:


-Se me olvido decírtelo querido. Las lluvias pasaron, puedes cruzar el río cuando quieras.


Él la miró extrañado.


-¿Y para qué querría yo cruzar el río?

lunes, 6 de febrero de 2012

La ciudad

Fríos, dicen adiós
Unos ojos,
en la ventana gris, sin nubes,
ya se hunde la ciudad en el horizonte.
Nuevos caminos, nuevas calles
te esperan, flores nuevas, para tu jardín
semillas nunca vistas, la vieja Luna te despide,
es tu última noche en la ciudad, ya se hunde en el horizonte.
Y sonarán campanas,
tristes a tu regreso,
clamando en susurros:
esto fue lo que perdiste, la ciudad,
se hunde en el horizonte.