Guardia, ya que me llevas al cadalso, encadenado de pies y manos, te suplico que me hagas yacer ahí, en el antiguo recinto de la feria. Compadécete de este viejo, dame muerte ahí donde se alzaban las casetas de vivos colores y la luz de los faroles alumbraba los rostros alegres. Guardia, no me ajusticies en el frío patíbulo rodeado de desconocidos burlones, mátame ahí, entre los felices fantasmas del pasado, con las risas y mis viejos amigos.
Aquí guardia, aquí. Que el hierro abra mi garganta en el lugar en que Dios me regaló la flor roja del amor, ya marchita en mi corazón. Que me abrace la muerte donde son gratos los recuerdos, que mis huesos descansen por siempre donde besé a la chica de pelo oscuro, que mi recuerdo se una al suyo y seamos felices por siempre en un mundo más allá del dolor y la pesadumbre. Aquí guardia, aquí. Mi espíritu está cansado, no dará un paso más. Aquí guardia, hazme yacer aquí.
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