I am only a fool
who buys many books

martes, 31 de diciembre de 2013

Te nacen los cabellos
rizados como el tronco de un olivo,
de tu suelo blanco, almidonado,
por imitar a la reina Luna,
serena soberana llena
sobre la tierra de Andalucía líquida.

Se te derrama por los ojos el alma
cuando me miras, oscura y fértil
como la arena ribereña.
Eres mi Andalucía etérea hecha carne,
igual a ella en tus melancolías,
en tu mirada de estrellas
tiñéndose de rojo en el filo de la tarde.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Niña veraniega, sonrisa morena,
ojos nocturnos, sonámbulos;
cuerpo gimiente, piel tormentosa,
perfil de cincel y mármol,
beso estremecedor, suspiros rotos;
tus labios son versos flotantes,
tus miradas, pétalos lanzados al aire.

sábado, 7 de diciembre de 2013

El Músico Errante

El joven Biyán i-Shirazi llegó a la corte del rey Shasya de Nagpur una tarde, tras la puesta de Sol. Una brisa suave, casi se diría que cariñosa, agitaba las hojas de la arboleda de mangos a la entrada de la fortaleza del rey, y ni una nube ocultaba las mil joyas con que la noche se adornaba sus cabellos negros. El visitante era un afamado músico persa, un trovador errante, del cual se decía que su música era tan dulce y penetrante que hacía que los leones pacieran en la hierba, mansos como gacelas, que desbordaba los sentidos de los mortales con una belleza que era reflejo de la imagen prohibida de Dios. Biyán viajaba de corte en corte, de ciudad en ciudad, requerido por tal príncipe o tal mercader que deseaban disfrutar de su música. Siempre le rogaban que se quedase, pero al cabo de unos meses el persa seguía su camino, por muchas riquezas o comodidades que se le ofreciesen, dejando desolados, y airados, a muchos hombres poderosos.

De toda la región de Berar, Shasya era el rey más fuerte, fiero, sanguinario; había doblegado por conquista o amenazas a los demás príncipes del país. Cuando la bandera de Shasya aparecía frente a una ciudad ésta podía rendirse, lo cual era lo más sensato, o resistir, en cuyo caso, al caer ante el invasor, y siempre acababan cayendo, sus templos eran saqueados, sus edificios demolidos, los hombres pasados por la espada, y las mujeres torturadas y vendidas como esclavas, junto con los niños.Yo mismo fui una vez uno de estos niños, atado con cuerdas de caña a una reata de pobres criaturas, cubierto por las cenizas de mi vida pasada. Después, era costumbre de Shasya erigir pirámides con las cabezas de sus enemigos muertos, quemar los cultivos circundantes y sembrar con sal los campos arruinados. Tras esta demostración, los supervivientes tenían muy claro que la palabra de su nuevo señor era ley, y se guardaban mucho de rebelarse contra sus abusos. 

Cuando Biyán llegó a la corte de Shasya se celebraba un banquete conmemorando una conquista reciente. Por el suelo del gran salón de celebraciones, esparcidos a los pies del rey, descansaban los tesoros robados, alfombras de seda, oro, plata, estatuas de bronce y tallas de madera, a los que cortesanos, guerreros y bailarinas manoseaban y hacían burla. Un capitán borracho llegó incluso a vomitar sobre una bellísima figura de madera de la diosa Sarasvati. Todos a su alrededor explotaron en carcajadas, y el capitán, sintiéndose humillado, sacó su espada de la vaina y destrozó la estatua, arrojando los restos a una chimenea. Biyán estaba asqueado. Shasya lo mandó llamar, y el músico se acerco a su trono, a los pies del cual estaba arrodillada, vestida y enjoyada como para su noche de bodas, la mujer del príncipe conquistado, encadenada a una pared, con la mirada ausente. El rey se mesaba la barba negra, sus ojos vidriosos por el vino.

-Así que tú eres el famoso músico errante del que todo el mundo habla maravillas. He oído hablar de la belleza sobrenatural de tu música muchas veces, y quiero que amenices nuestra celebración con la mejor canción de tu repertorio. Si estás a la altura de tu fama te recompensaré con creces.

-Intentaré complaceros majestad- Respondió Biyán, sacando un laúd de su alforja, intentando no mirar demasiado al alboroto a su alrededor, que poco a poco se iba apaciguando, dando paso a un silencio expectante. Todos los ojos de la sala estaban posados en el músico.

Biyán comenzó a tañir su instrumento, como tantas veces antes, y sin embargo algo no iba bien. Las notas, tan naturales y vibrantes normalmente, sonaban temblorosas, fuera de lugar. Intentó mejorar la situación con su canto, pero no hacía más que desafinar y chirriar como un grajo. No comprendía qué pasaba, su música era horrorosa. La sala se llenó de risas, la corte entera se burlaba de él, incluso le arrojaron un par de copas llenas de vino. Una de ellas se estrelló contra su hombro, manchando sus ropas. El rey Shasya hizo parar a Biyan con un gesto imperativo, estaba furioso.

-¿Te burlas de mí? ¿Pretendes insultarme con esta actuación tan espantosa? Sin duda no tienes la menor idea de a quién tienes delante. Soy el hombre más poderoso de la India, cuando alzo la mano se detienen los ríos y ejércitos enteros perecen. He condenado a hombres a sufrir tormento por mucho menos, pero tú, por tu renombre, vas a recibir un trato especial. Permanecerás aquí como mi invitado una semana, al cabo de la cual te presentarás de nuevo ante nosotros y nos deleitarás, esta vez si, con la mejor música que se haya compuesto jamás. Si vuelve a desagradarme lo que oigo te cortaré la cabeza, y haré fabricar un laúd con tus huesos. ¡Que me traigan un escriba!

Entonces me acerqué al trono desde el rincón de la sala en el que me encontraba, testigo de cuanto ocurría, con mi cálamo, papel y tintero.

-Tú -Dijo, refieriéndose a mí- Pon por escrito cuanto he dicho, y acompaña al músico Biyán en todo momento, serás su guía y acompañante mientras esté aquí.

Así, Biyán y yo pasamos juntos los días que siguieron. Siempre que podía salía del palacio y paseaba por los bosques a su alrededor. Me preguntaba por las características de la región, qué gentes la habitaban, qué idiomas se hablaban en ella, cuántas ciudades y aldeas poseía. También me preguntó por mi vida, cómo había entrado en el servicio del rey. Le conté que nací en una ciudad gobernada por un Rajá enemigo de Shasya, que fue tomada y destruida, y yo, que era solo un niño, hecho esclavo. No sé qué fue de mi familia. Al principio trabajé en las cocinas, pero como vieron que era inteligente, y sabía leer y escribir, me pusieron al servicio de un secretario, luego de un consejero, por fin de un ministro, y fui recompensado con la libertad. "Si eres libre, ¿Por qué continúas al lado de Shasya?", me preguntó Biyán. "No tengo a donde ir", le contesté.

Al músico le costaba inspirarse en la corte de Shasya, le parecía un lugar de opresión y crueldad, no le encontraba sentido a las leyes que gobernaban la vida del palacio, ni por qué hombre o mujer alguno obedecía las órdenes del rey. "Si una mañana, al despertar, ninguno de sus sirvientes le obedeciese", me dijo un día, "Shasya no tendría nada que hacer. Su poder es una ilusión, una pesadilla de su creación en la que todos estáis inmersos. Nada diferencia a un príncipe de un esclavo, todo lo que los separa es una mentira, ante la cual generaciones incontables se han inclinado, ignorantes. Todos deberíamos ser libres para vivir como mejor nos pareciese, sin tener que aguantar imposiciones por parte de ningún tirano". Para hacer su música Biyán necesitaba un camino sin límites abierto ante él, tan solo el mundo, la vida, extendidos en todo su esplendor, sin muros, fronteras, rangos. El plazo y la amenaza de Shasya eran un veneno para la creatividad del persa. Ya habían transcurrido seis días de la semana fijada, y todavía no había conseguido componer una sola línea de la canción exigida. Ese último día, desesperado, vino a buscarme a mis aposentos, iba a dar un último paseo por los campos circundantes, antes de enfrentarse a una muerte segura. Tomamos unos caballos y cabalgamos muy lejos de la fortaleza, hasta llegar a un río. Empezaba a anochecer, el cielo estaba teñido de un rojo intenso, y en el río se bañaba una mujer bellísima. Biyán se detuvo en la ribera, pasmado, incapaz de apartar los ojos de la chica. Ésta nos daba la espalda, su cuerpo oculto casi por completo por sus largos cabellos morenos, que le llegaban más allá de la cintura, formando una catarata oscura cayendo con fuerza desde su cabeza sobre la corriente; su piel blanca, tersa, suave como un suspiro, refulgía vestida con una fina pátina de agua. La muchacha cantaba una canción de amor mientras se acariciaba la piel, enjuagándola, y tomaba su larga cabellera entre sus manos, haciendo deslizarse el agua de su pelo de vuelta al arroyo. Entonces la mujer se volvió, se acercó a nosotros, mostrándonos toda su belleza desnuda. Casi caí del caballo cuando vi que tenía cuatro brazos. Miré a Biyán, se había bajado de su montura, caminaba hacia la mujer. Se metió en el agua hasta las rodillas, y allí se encontraron, ella lo acercó hacia sí con sus cuatro extremidades y le besó. Un brillo dorado envolvió al músico. Cuando se separaron la mujer le susurró algo al oído, y se fundió en la oscuridad de la noche. Biyán se quedó quieto en el agua unos minutos, luego pareció despertar de un profundo sueño, y caminó hacia su caballo dando traspiés, sin decir una sola palabra. 

-¿Qué era esa mujer? ¿Qué te ha dicho?- Le pregunté, sin poder contenerme más.
-Era Sarasvati. Me ha susurrado una canción.
-¿Una canción?
-Tengo que volver al palacio, deprisa.

Cabalgamos a toda prisa de vuelta a la fortaleza, y Biyán se encerró en sus aposentos con su laúd. No volví a verlo hasta la mañana siguiente. El rey Shasya había convocado a toda su corte y sus vasallos más importantes para presenciar el éxito o la desgracia del músico persa, la sala del trono estaba repleta. Todos los presentes callaron a un gesto del rey, y se hizo pasar a Biyán, que caminaba seguro, como si tuviese alas, portando su instrumento.

-Espero que hayas aprovechado el tiempo, músico- Dijo Shasya -Ahora llega la hora de tu actuación más importante. Tu vida depende de mí, compláceme, y te cubriré de honores, quizás incluso te dé un puesto en mi corte. Toca como hace una semana, y será lo último que hagas.

Biyán no respondió. Comenzó a tañir su laúd, unas notas sueltas primero, entrelazándolas suavemente después, formando una melodía perfecta. La música se deslizaba como oleadas de belleza y armonía, inundando las conciencias de los cortesanos y los vasallos. Cuando empezó a cantar las columnas de la sala temblaron, los muros se resquebrajaron, del techo cayeron pedazos de yeso y mampostería. "¡¿Qué significa ésto?!", gritó el rey, y fue lo último que dijo en este mundo. Una gigantesca mano blanca atravesó el techo de la sala, destruyéndolo todo a su paso, y aferró a Shasya, llevándoselo entre gritos. El pánico cundió entre los presentes, que corrían de un lado a otro sin entender nada. Yo, sin embargo, entendía muy bien lo que acababa de pasar. Reuní a los capitanes de la guardia de palacio y les hice arrestar a Biyán por haber asesinado al rey. Al principio dudaron, se preguntaron quién era yo para darles órdenes, pero acabaron por obedecer. Estrellaron su laúd contra el suelo y arrastraron al músico a un calabozo. Luego reuní a los capitanes que consideraba más corruptos, y les ofrecí riquezas y poder si me ayudaban a conquistar el trono vacante de Shasya. Esa misma noche su heredero, todavía un niño, fue asesinado mientras dormía. Con la ayuda de la guardia me coroné rey, hice que los príncipes vasallos que no habían huido de la corte me jurasen lealtad, y a los que se negaron los hice decapitar. Unas cuantas ciudades se rebelaron contra mi mandato, pero las tomé, y castigué su insolencia con severidad. Por fin, cuando mi poder estuvo firmemente asentado, hice ejecutar a Biyán, el músico, porque era un hombre realmente peligroso. Luego ordené que se cortase la lengua a todo el que hablase alguna vez de los hechos acaecidos el día en que Shasya murió, porque si la gente supiese que un rey puede ser derribado con música, todos aprenderían a tocar el laúd.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Mi corazón ha muerto,
no le queda sangre que derramar,
su sangre se ha vuelto tinta,
tinta que en ríos viaja al mar,
y a su paso riega bosques negros.
Flotando en una laguna oscura
crece en mí tu recuerdo,
como un venenoso nenúfar


lunes, 2 de diciembre de 2013

No me quites mi esperanza,
no todavía, ahora que empiezo a disfrutarla.
No me arrebates este fuego en mis entrañas,
calidez que alumbra mi imaginación en la noche fría.

No me digas que se va,
no me hagas pensar que se aleja,
que nunca estuvo tan cerca como deseé.
¿No ves que cuando le hablo
se ilumina el día en mi rostro,
y la felicidad no es una túnica gastada
para vestir en los días de lluvia,
sino real, infalsificable como mi sonrisa?

No me digas que ella no siente igual,
si es así no quiero saberlo.
Déjame con mis sueños a solas,
ve con tus augurios a amargar a otro.
Déjame a mi con su mirada,
esa con la que cada día, sin saberlo,
se clava en mi alma.

Hace ya días que se esconde el sol bajo la tierra
sin haber amanecido siquiera,
y ha recorrido el mundo 
trescientas veces el contorno de su estrella
sin que haya llegado a nuestros corazones la Primavera.

La misma melancolía del árbol
que llega al Invierno sin haber florecido
siento yo por terminar el día
sin que haya hecho brillar tu piel de rojo,
sin que asome a tus ojos 
la alegría cristalina que te queda en la mirada
cada vez que navegamos tus sábanas,
entrelazados en forma de barco.

Porque ese fuego que arde sin quemar en mi mano,
cuando recojo en su copa la carne líquida de tu pecho,
es la energía que anima mis pasos,
la droga que estimula mi pensamiento.

Sobre todo, me hace feliz
saber que tan adicta eres de mí
como yo de ti.

jueves, 28 de noviembre de 2013

La Mosca en Clase

La clase estaba resultando tediosa, una extensión estática de tiempo alargándose hasta el infinito. Los estudiantes bostezaban, ausentes, o garabateaban distraídos en sus cuadernos. Entonces, de la nada, apareció una mosca zumbona. Nadie supo por dónde había entrado, parecía haberse generado espontáneamente en el aire cargado del aula. Fue directamente hacia el profesor, y empezó a revolotear alrededor de su cabeza. El hombre, doctor en Gramática Morfosintáctica Generativo-Social, empezó por agitar distraído la mano para espantar a la molesta invitada, pero ésta resultó ser de lo más tenaz. El profesor soltó varios manotazos al aire, pocos al principio, pero pronto pareció que estuviese lanzando objetos invisibles contra la pared al fondo de la clase. Soplaba a la mosca con estruendo, pataleaba, danzaba dando brincos y volteretas, con el insecto siempre zumbando alrededor de su cara, como una compañera de baile; se le posaba en la nariz, o le hacía cosquillas en el interior de sus orejas. Los estudiantes miraban, divertidos e incrédulos, liberados del peso de la Gramática Morfosintáctica. Por fin, el profesor exclamó, exasperado, agotado:

- ¡Maldito bicho! Si tuviese un matamoscas te iba a dejar bonito.

- ¡Perdone, un respeto!- Respondió la mosca, visiblemente molesta. Todos en la clase dieron un respingo.

- ¿ Usted...usted habla?-Preguntó el profesor a la mosca, limpiándose con la palma de la mano un goterón de sudor que le corría por la frente.

- Hablo, y mucho. Soy el inspector encargado de evaluar su trabajo docente.

- ¿Y qué le parece?

- Una mierda, por eso no paro de revolotear a su alrededor.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Eres musa y lienzo.
Tendida frente a mí en tu forma gloriosa,
sería un crimen vestir de pigmento
tu blanca desnudez curva.

Por la base de tus muslos
corre trémulo un infierno;
el vapor en tu centro 
hace crecer una flor.
Un Sol, estrella solitaria, orbita,
infinita, entre tus dos mundos.

Sonríes, como una galaxia, coloreada,
me dices:
"El artista es un niño que juega,
manchando con sus manos pintadas
la belleza divina de Naturaleza".

No desprecies, mi vida, tus pies.
¿No son tus servidores más fieles,
no sostienen tu orgullosa forma entera,
cargando en sus espaldas el peso de tu belleza?

Tus pies no son feos,
ni la palabra que los nombra lo es.
Pie es tarta en inglés,
y los tuyos son pasteles de nata
coronados cada uno por cinco guindas de plata.

viernes, 22 de noviembre de 2013

¿De qué me habla señora?
¿Qué es eso que dice, insensata?

No ve que sus palabras no son nada para mí,
¿Qué es la ciencia, qué la lingüística, la historia?
Juguetes con los que usted comercia,
pero hoy soy más jóven,
y aun así más sabio que usted.
Hoy no puedo perder el tiempo, 
del que se desangra la vida,
en este edificio de miseria y sueños aplastados.
¿No ve, desde su estrado vigiliante,
que mi amor se va,
que mueren en mi corazón mil esperanzas al unísono,
clamando a Dios por un segundo más?
Y usted me habla de lexemas...
Mi amor se va, la vida se me escapa,
y usted me consuela con morfemas.

martes, 19 de noviembre de 2013

Pesan en mi conciencia laureles negros,
me atenaza el alma un frío cordón,
el recuerdo de una noche de Verano
tiene ensartado mi corazón.

Me embarqué en viajes marinos,
al confín volcánico de la tierra,
frontera salada entre océano y razón.
No te encontré, a pesar de mi peregrinaje,
solo en el misterio de mis sueños te puedo ver.

La copa que me ofreciste
yace derramada en mil cristales,
como estrellas de vidrio
perdidas en un cielo vacío.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Eres una fiebre que me enferma el corazón,
cuando llegan a tocarme
los dedos fríos de Diciembre,
y echo de menos tu carita blanca bajo mi edredón.

Me provocas calenturas heladas,
me excitas, deprimes, rechazas,
y es el veneno de tus ojos,
aguijones negros clavándose en mi alma,

el que me rompe como una vidriera en cachitos,
por el suelo de mis sueños,
mil cristales de colores esparcidos.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Yo quiero ser el Sol que amanece
desde tus ojos cada mañana,
como nadando en un estanque de líquen verde,
quemando la maraña de los días huecos
en una pirotecnia dorada.

Yo quiero risas, miradas como fuentes de luz blanca,
y ternura, y sonrisas escritas en mi corazón,
entre las páginas de mi cama.
Tú y yo, de la mano un Domingo,
andando mezclados con cafés y torreones regios,
nuestros ojos engalanados de púrpura,
medallas de una noche sin haber dormido.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Con dos veleros níveos 
navegas el vacío océano,
dejando tras de ti estelas negras,
arrojando palabras al mar
que rompen su carne gélida.

Por encima del oleaje observas
desde dos estrellas de ámbar ardiente,
evaporándose en una nube de oro gaseoso,
inundando el éter de brillos iridiscentes.

Yo te miro, anhelante,
desde la costa oscura
de este mar en el que reinas.
Velero, estrella, palabra...
Querría ser todo esto para brotar de tus labios,
para alcanzarte en tu vuelo,
espíritu alado, valerosa navegante.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Siempre soldado al pie del cañón humeante,
vacío de pólvora y balas;
siempre guardián en la almena quebrada,
defendiendo el muro en ruinas;
siempre capitán valeroso empapado a proa,
como un segundo mascarón,
acosado por la tormenta y el oleaje,
y el huracán negro que azota el corazón
cortando sus anclajes de carne.

Valor, valor, valor;
siempre protegiendo bajo paños verdes la llama de la vida,
a resguardo de la lluvia y el viento bramador.
Cuando la tenía, apretada,
gimiente entre mis brazos,
no la amaba.
Se fue, se me fue la vida
de sus besos, de su carne suave,
y algo perdió sus pétalos dentro mía.

Entonces la amé,
cuando estuvo perdida.
¿Será verdad entonces,
verdad terrible,
que nada tienen que ver
amor y placer?

El placer vive
mientras están vivas la piel y la carne,
y Amor es un fantasma que nace muriendo.
El corazón solo se llena
cuando la noche es silente y profunda,
y el lecho, solo una caja hueca y oscura.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Yo quisiera plantar rosaledas en las dunas,
y regar de sueños como estrellas
el cielo estéril de la ciudad sin luna.
Hoy me vi reflejado en un espejo:
una mota, un hilo,
un pedazo de arenisca deshaciéndose en el tiempo,
y sin embargo lo he sentido,
de la arena de mi corazón,
en sueños brotó un lirio.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Qué pesaroso el jardín
donde no anidan pájaros ni zumban colmenas.
Mi corazón es una jaula colgando en una rama seca,
mi alma es un bote perdido en el mar, sin remos ni capitán.

martes, 29 de octubre de 2013

Se han consumido en Camlann tus leales,
Ambrosius, martillo de sajones,
y tus caballeros se han ahogado en la noche en llamas,
y solo quedas tú, Ambrosius,
con la mellada espada,
el escudo quebrado, el corazón herido,
frente a otra oleada de gritos feroces,
manos bárbaras hambrientas de muerte,


¡Valeroso Ambrosius, a pie,
junto a su caballo moribundo,
bajando la máscara de su yelmo
para ocultarse el rostro cubierto de lágrimas!
Corre hacia la derrota y la sombra,
que nos lo arrebate todo la vida menos el valor,
y brille esta noche de oro el corazón humano
en los ojos crueles de Dios.

lunes, 28 de octubre de 2013

Me despertó la mañana,
con el aroma de tu pelo
todavía anclado a mis pestañas,
y pensé, ahogado en una tormenta de sábanas,
que de tanto soñarte me vuelvo decrépito,
se me escapa la vida, desatándome el alma
cada amanecer que te arrebata
de mis brazos de aire y agua.

Pero recuerdo mi sueño,
yo era un viajero que soñaba
con sirenas doradas nadando en un mar de verde,
formando en su piel olas esmeralda.
Entonces me despertó la mañana,
en un día indefinido, cacofónico, huero,
en el que tú no eres ángel ni sirena
y yo no soy un marino viajero
que al dormir nos sueña.

sábado, 19 de octubre de 2013

Cuántas veces habéis sido mis guardianas, 
estrellas frías, brillos indiferentes,
livianas como el parpadeo de la fantasía y el deseo,
incapaces de quebrar la oscuridad del mundo;
hoy veréis como,
rodando por el suelo una vez más,
muerden el polvo mis sueños.

Soledad oscura, viento helado y eterno,
haces presa otra vez de mi corazón,
alargando sombras desde ventanas vacías;
me envenenas el alma, 
marchitas las flores de mi jardín.
Asiéntate de nuevo en mi carcasa herrumbrosa, 
viajera incansable, huésped ingrata.

Pasará la sombra invernal,
abandonarás la ciudad floreciente,
y yo partiré a tu lado, Soledad,
para que no camines sola.



lunes, 14 de octubre de 2013

La Apoteosis del Poeta

Las hermanas de Santa Marina me miran fijamente,
desde una Andalucía de páramos y musas
que vive junto a la nuestra, cuya puerta es un lienzo.
Una ríe, la otra me mira profunda, incognoscible,
hasta las entrañas de mi corazón triste.
Ellas lo saben, que añoro al amor,
amor que no tiene nombre ni forma,
hecho de sueños y deseo,
del anhelo por el manantial eterno 
en el que llenan sus tinajas de bronce,
las hermanas de Santa Marina.

Del cielo de piedra
se descuelgan alados espíritus
de mujeres dulces,
para llevarme con ellas a la cúpula del querer.
Desde allí, en las alturas, miraré abajo
a la humanidad doliente,
que no tiene alas para subir al paraíso,
a besar los labios de un ángel.



viernes, 20 de septiembre de 2013

Fragmento de la Crónica de los Años, del maestro Qutb


---------Esta parte del pergamino ha quedado muy dañada y resulta ilegible--------

"...Y en el centro mismo de la ciudad circular se levantaba el Jardín Charbagh. En sus límites se había construido un muro de roca roja, de cien varas de alto por lo menos, del que nacía una bóveda magnética. En el muro se abrían dos únicas puertas, una en el lado Este y otra en el Oeste del recinto, llamadas Puerta del Sol y Puerta de la Luna, tan alejadas entre sí que para llegar de una a otra bordeando el recinto de los jardines era necesario un viaje de una semana a lomos de una tecno-mula. Las puertas eran de madera de ébano y teca, adornadas con motivos florales y figuras que, con gesto amable, invitaban a entrar a comunes y aristócratas. Pero, a pesar de lo grande que pudiera parecer la belleza de estas puertas al viajero recién llegado a la ciudad, no era en absoluto comparable a lo que le esperaba más allá. Prados de hierba verde se ondulaban por entre colinas coronadas de ricos pabellones, donde los amantes llevaban comidas y bebidas, degustándolas sobre sus manos y cuerpos, haciendo el amor con plena libertad bajo la luz del día o el reflejo plateado de la noche. Repartidos por el inmenso jardín, que ocupaba un número ingente de estadios, cuyo número exacto nadie en la ciudad supo decirme, se levantaban templetes ocultos, antiguas estatuas grecas torcidas y vestidas de hiedra, estanterías recubiertas de azulejos donde se depositaban libros, perdidos entre las arboledas para cualquiera que quisiera leerlos, y otras maravillas recónditas en la inmensidad del jardín, para el cual no se había hecho mapa alguno. El gran vergel era una terra incognita aspirando a ser explorada y redescubierta mil veces. En su interior guardaba lagos extensos como mares, en cuyas profundidades algunos decían haber vislumbrado las siluetas de bestias desconocidas con enormes aletas. En una ocasión, paseando por la orilla de uno de estos mares, encontré a un grupo de personas rodeando una caracola de seis metros de alto, abandonada en la arena entre sus primas de menor tamaño. Unos niños se internaron en su espiral nacarada, jugando a hacer eco y a deslizarse hacia abajo por sus paredes como por un tobogán, mientras los adultos imaginábamos el tamaño del monstruo que habría habitado la enorme concha. Los mares interiores eran alimentados por ríos que nacían de una montaña que se suponía marcaba el centro del jardín, aunque lo cierto es que desde los tiempos de su construcción nadie midió las dimensiones del parque, tan embriagadora era la sensación de plenitud allí que adormecía la curiosidad y el afán científico.

El Charbagh fue construido hace ya un milenio por Darío el Grande, fundador de la dinastía Arquetípica. Ocupando el corazón de la capital, sede del gobierno de mil mundos, el vergel fue concebido por el emperador como un espacio sin leyes, sin restricciones ni fronteras, sin guardianes ni autoridad; el gobernante era igual al gobernado en su interior, el crimen no tenía cabida tras sus muros, pues cualquier necesidad humana era inmediatamente satisfecha. De sus árboles de genes modificados colgaban frutos perennes, los animales que lo habitaban eran mansos, buscando siempre las caricias de los visitantes, lejos del peligro de cualquier especie depredadora, y la atmósfera era regulada por expertos climatólogos del servicio imperial. Así, la lluvia en el jardín no era sino un goteo suave y cálido, el viento corría en forma de una calma brisa, y en el período Invernal nevaba lo justo para obtener una bella estampa blanca del paisaje. 

Hace unos años, cuando nos llegaron las noticias del saqueo de la capital por los herejes Iconoclastas y la traición del visir Contostéfanos, que saboteó la defensa del Imperium, nos informaron también de la destrucción del Charbagh, cuya inmensidad verde quedó abandonada a las inclemencias y los ciclos destructores de la naturaleza, desamparado de la mano del hombre. Hoy he vuelto a las ruinas de la capital, tanto tiempo después de mi primera visita, y no he resistido la tentación de ver el estado del viejo edén de mis recuerdos. Los árboles ahora solo florecen y dan frutos de manera estacional, los animales mansos han sido pasto de especies más violentas, las estatuas yacen derruidas junto con los templetes, los libros han desaparecido de los estantes de cerámica quebrada, y los mares interiores rugen en furiosas tormentas. Mientras paseaba por el jardín sumido en la barbarie una lluvia densa cayó sobre mí, empapándome completamente, tronando en un cielo de nubes oscuras, y entre toda esa violencia natural yo mismo retrocedí varios pasos en mi propia evolución y corrí, y grité bajo la lluvia, y me despojé del atuendo de la civilización; me volví uno con la furia que se había enseñoreado del paraíso del hombre, dando forma a mi propio desamparo, reafirmándome en el rugido de la vida primigenia frente a la angustia del mundo derruido. La tormenta amainó y el sol me encontró sentado bajo un árbol, observando el mar de los monstruos y los crustáceos gigantes. Una especie de águila bajó en picado hacia el agua y volvió a remontar el vuelo después de rozar la superficie azul oscuro, portando un pez en su pico. Volvió a su nido, que se encontraba en un árbol cercano al que me había servido de refugio, y allí devoró al pez y esperó a que su pareja volviera con otra presa. Aquella imagen sigue siendo hoy una de las mas bellas y reveladoras que guardo en mi memoria."

jueves, 12 de septiembre de 2013

Mi voz muda su música,
se suceden las etapas de este viaje eterno
que solo comenzó ayer,
cuando cerré a mi espalda la puerta de tus labios.
Mi voz muda su tono,
desde entonces, todo ha cambiado.
Tú ya no eres la misma,
y aunque perdida tu forma, te sigo pensando,
te imagino en cada nuevo despertar de la tierra,
como un dogma repetido hasta perder su significado,
como un ritual vacío,
te sigo repitiendo en mis rezos letánicos.
Tu corazón sigue siendo el santuario de mis peregrinajes,
tu silueta de carne cálida, no vapor fatuo y fantasmal,
sigue arrastrando mi deseo.
Todavía busco tu costa perfumada,
perdida entre mares de recuerdo,
ondulante y eterna en sus rizos de piel morena.


domingo, 1 de septiembre de 2013

Mi Amor Salado

Mi Amor salado me encontró sentado
en una playa de rocas, viendo al día hundirse
entre bosques de algas grises,
en el confín del mundo,
donde la Tierra se sumerge
en un mar forjado de acero.

En una ciudad de piedra oscura,
en torres corroídas por la brisa marina,
nos amábamos mi Amor Salado y yo,
agitándonos como dos juncos dorados
atrapados en el viento de la albufera;

serenos despertares
en los brazos de amaneceres de plata,
con sabor a sidra en la memoria,
licor de estrellas servido en copas de cristal verde.

Campos de trigo animados por un viento frío,
costa cortante de acantilados férreos,
en vuestro corazón luchan un dragón blanco y uno rojo,
el fuego del amor, hijo predilecto de la vida,
y la neblina pálida del tiempo, portadora de olvido.

domingo, 25 de agosto de 2013

Mi Amor Dulce

Mi Amor Dulce nació 
del vapor en que se hacía etérea una fuente,
paseando por calles empedradas,
bailando en la luz multicolor de mil faroles de papel.
Amor de caricias profundas,
de cuerpos fundidos en pinceladas luminosas,
primera luz de un jardín en flor
adornado en la noche por estrellas cálidas.
Sobre nosotros, Amor Dulce, no caía la arena de los días,
conservada nuestra felicidad en cristal volátil,
invernadero de rosas, tierno aprendizaje de vida.

Mi Amor Dulce de ojos eternos,
desaparecido en algún recodo del camino,
en una tenue llovizna de momentos perdidos.
En mis sueños se me aparece siempre sentada
junto a un río de torres y palmeras,
tejiendo en su regazo mis recuerdos
con las órbitas de sus rizos negros.




martes, 20 de agosto de 2013

Mi Amor Desesperado

Mi Amor Desesperado era una niña morena,
como una huella que deja impresa el Sol
en uno de sus paseos por la Tierra;
La mirada oscura
tallada en vidrieras color de mar;
el corazón más oscuro aún,
oculto en una tumba secreta,
protegido por un cofre de siete cerraduras,
por mil trampas, dragones y mantícoras.
¡Cuántas veces intenté, asustadizo,
verde como el primer brote de mi primera Primavera,
tomar al asalto la fortaleza de mi dama impenetrable,
mujer huidiza e hiriente como una llama púrpura hija del Sol!
Y tantas veces como mi corazón, prendido de su fuego,
se lanzó a apagarse en las fuentes de sus labios,
tantas quedó rechazado, herido cada vez más de muerte.
Amor Desesperado, siempre renaciendo de sus cenizas,
siempre yaciente, alanceado;
Amor Amargo,
tu sangre ha empapado tantas noches solitarias,
tantos anhelos lastrados con alas de plomo...
derrotado y valeroso hasta el final.

Todavía, de vez en cuando,
veo a la niña morena
con sus cabellos coronados de rayos,
y me viene de visita al corazón mi viejo Amor Desesperado,
nunca victorioso,
por fin hace tiempo olvidado.



lunes, 19 de agosto de 2013

Soy un guerrero derrotado, no siento vergüenza al decirlo.
Fuí a la guerra con mis hermanos, y allí,
en un risco que nunca conquistamos,
fuimos empujados al abismo,
nuestra fuerza ahogada en un mar de rojo.
¿Pero acaso hay mayor cobardía,
mayor derrota al ánimo, que el engaño?
Soy un guerrero derrotado, sincero,
y mi coraje se alza incólume sobre las cenizas de mi orgullo,
no muerto, sino aleccionado.
No siento tristeza, solo la fiebre de la renovación y el descubrimiento.
Éste soy yo,
así nací del barro primigenio, cargado de faltas,
acechado por los errores que son herencia de la naturaleza humana;
encarnación en la tierra de la noche estrellada.

Yo soy el guerrero derrotado, 
pero de derrotas también se pavimenta la vida,
camino hacia la sabiduría,
y estos adoquines que ahora le añado son mis hijos,
producto de mi ser, patrimonio de mi sangre y mi juicio,
pero no sepultura de mi valentía.
Yo soy el guerrero derrotado pero vivo,
libre para luchar cuantos días me queden
hendiendo el mundo con mis pasos.

viernes, 26 de julio de 2013

Vientos que me acariciáis el rostro
con la piel de mil manos convertidas en polvo,
decidme, ¿adónde os lleváis a nuestros hermanos,
que ayer mismo bebían y reían con nosotros
y hoy parten en vuestros brazos al reino incognoscible?

Mensajero que bates en la noche
tus alas de tela oscura,
detén tu marcha presurosa y dime,
dónde escondes las voces que borra del mundo
nuestra debilidad mortal.

"No te aflijas, hijo del cielo y el barro,
que yo no soy asesino sino ejecutor de promesas,
promesas de cambio, eternidad,
de unión y renacimiento.
Las flores de la vida que os extingo
os serán devueltas;
yo no soy la oscuridad encarnada,
sino una luz de guía
en el camino que se os prescribe desde la cuna,
y que no terminará en vuestra sepultura."

domingo, 21 de julio de 2013

La Fama del Poeta

En una casa adinerada de Sevilla, construida gracias al comercio con el Nuevo Mundo, en un día de Sol nublado sin mucho calor ni frío, un día que tampoco quedaría marcado en la memoria de la ciudad por ningún suceso extraordinario; en un día, pues, indefinido, del montón, nació Lope de Herrera y Cetina, famoso poeta. El padre de Lope, viendo durante la infancia de su hijo que éste estaba impedido para el negocio familiar del comercio por haber heredado, de su madre sin duda, bondad y memez, decidió encaminar a su hijo hacia la más antigua tradición de la élite sevillana, cuyas filas aumentaban en aquéllos tiempos día a día gracias a la lluvia dorada que anegaba la ciudad desde América: el no hacer nada, el Dolce far niente, como lo llamaban los amantes de las letras itálicas; la noble pereza, la ilustre dama Vagancia que se deleitaban en cortejar las clases pudientes y las autoridades de la ciudad, al tiempo que disfrutaban de una riqueza que sabía mejor por cuanto no era el producto del sudor de sus frentes. En aquellos días la ciudad del Guadalquivir se llenó de grandes palacios, altas torres, plazas que eran la maravilla de la Europa cristiana; y en estos espacios públicos el vulgo, la gran masa que crecía a la sombra de la afluencia de oro, se ocupaba en imitar a la aristocracia mercantil y administrativa, tendidos a la sombra de los arenales, con vino, música y mujeres bellas y accesibles; porque ya lo dijo un sabio anónimo:

"Una nueva locura se ha asentado
en los entendimientos desta era,
que no hay quien a la dama hermosa quiera
si no es sabia y discreta en sumo grado"

O dicho a los que se pierden en las sutilezas del verso: que la fea inteligente no aprovecha, aunque aún la más desagradable pueda ser atractiva si es de abre-fácil. Queden las intelectuales para los ratones de biblioteca y tráiganme tontas bellas. Esta es la sabiduría que se escucha en la calle, yo por buena la doy.

En las tabernas, que tras la administración pública y la prostitución eran el negocio más abundante y lucrativo,  las estocadas eran frecuentes. También en las plazas, sobre todo en días de fiesta en los que el alcohol corría por las calles formando ríos y siempre había algún pobre desgraciado que caía apuñalado por un bruto pueblerino o de barrio a causa de algún asunto de poca monta, que casi siempre tenía que ver con mirar deseoso a la zorra de otro. Cuando llegaban los corchetes de alguaciles todos corrían, y mientras la autoridad requisaba el vino y cobraba tributo a los presentes por beber en las vías del rey, el pobre muchacho acuchillado se desangraba abandonado por todos, amigos, enemigos y churris. 

Así era el mundo en el que vivía Lope de Herrera y Cetina, el muchacho despreocupado que nunca tuvo que ensombrecer su ánimo con desazón por el futuro, con trabajos ni estudios, y que pudo así dedicarse al despilfarro y la juerga colectiva de sus contemporáneos. Durante la semana santa disfrutaba de las procesiones con fervor pueril y ropas caras, sentado en un palco con otras personas estultas e ilustres, y en la feria de ganado bebía con sus amigos hasta que todos juntos regaban el albero con sus humores. Pero algo bullía en el corazón blando del joven Lope, una pasión, una voz que necesitaba ser escuchada, transformada por el ingenio en verso. Cuando una muchacha con vestido apretado, desbordando carne por el pecho, bailaba cerca suya o pasaba a su lado por la calle, dejándole aspirar el aroma a fuego que expedía su cuello, eso que Lope sentía removiéndose en sus pantalones era poesía. Las noches en que el exceso de vino le enrojecía los ojos y le volvía de color tinto los sesos, y regalaba a sus compañeros disparates que eran aplaudidos con risotadas, pero que a sus propios oídos le sonaban a filosofía neoplatónica, entonces eso que salía de su boca era poesía. El hijo de Herrera era un poeta, y si algún arte honesto crecía en el plantel de Sevilla ese era la poesía, a la que no faltaban auténticos talentos. Y que Lope era uno de ellos iba a quedar pronto demostrado.

Lope compró papel y tinta, y esperó a que las musas hiciesen vibrar de nuevo su alma con llamadas sugerentes. Cuando por fin llegó el momento y notó esa sed por escribir, esa idea que no abandonaba su cabeza ni dejaba de pesar en su corazón, tomó la pluma, la ahogó en tinta y escribió, escribió hasta quedar vacío por dentro, hasta haberlo dado todo. Entonces se detuvo extenuado y admiró su obra: un verso endecasílabo, escrito a la manera italiana. El muchacho no cabía en sí de orgullo, y analizó al hijo de su ingenio una y mil veces, lo leyó y releyó, temeroso siempre de haber contado una sílaba de más o menos, dudando de si el acento del verso era sáfico o heroico. Pasaron los meses y ya se hacía llamar poeta por todos sus conocidos, recitaba su verso siempre que algún incauto le daba pie a ello, y al final, de tanto repetir su valía, acabó por adquirir fama, que así es como la consigue siempre el más ruidoso antes que el ingenioso. Ya llevaban meses circulando copias manuscritas de su endecasílabo, que él mismo se había encargado de hacer correr de mano en mano, y había recibido más de una alabanza de poetas verdaderos pero pobres, que vendían sus elogios por congraciarse con el poderoso patriarca del clan de Herrera, además de por unas cuantas monedas. Las autoridades locales, que estaban emparentadas por sangre o amiguismo con las élites burguesas, también dieron aire a la creciente leyenda de Lope de Herrera, el más grande compositor sevillano, que aún no había escrito más que un endecasílabo de pie cojo y ya se paseaba ufano, codeándose con la intelectualidad y el artisteo hispalense, cuyos miembros lo elogiaban mientras no volviese la espalda, a cuya sombra le propinaban insultos, aunque eso tenían por costumbre hacerlo con cualquiera que se atreviese a entrar a formar parte de sus filas letradas. Pasado un tiempo, después de que su padre pidiese algunos favores a empresarios de las letras, al jóven Lope le llegaba su consagración como autor, esto es, se le iba a publicar un libro con sus obras completas, que seguían sin sumar más que su famoso verso de once sílabas, que corregía constantemente, a veces durante noches enteras. El libro fue impreso en el prestigioso taller de los Cromberger, ocupando el escrito más de doscientas páginas, contando la introducción, dedicatorias, prólogo, prefacio, notas aclaratorias y elogios de distintos artistas encumbrados, como el famoso novelista y piquero en Flandes Arturo Prefiero-Noverte.

El libro fue alabado por expertos y académicos, aunque recibió una acogida más bien fría por el público en general, así de ciega y falta de gusto es la gente llana. Para Lope significó su ascenso al olimpo del arte, donde quedó grabada su memoria en mármol eterno, aunque por desgracia para la posteridad no resultó ser un autor prolífico, pues no escribió otra cosa hasta que llegó a llevárselo la muerte, ya en su vejez, aparte de su famoso verso endecasílabo.

miércoles, 17 de julio de 2013

El Príncipe Ahmed

Dicen que el príncipe Ahmed de la casa de Osmán gustaba de pasear por estos jardines que ahora rodean su tumba. Los árboles altos, los densos arbustos de verde perenne que se vuelve un negro infranqueable al caer la noche, la luz umbría, y el canto de los pájaros en las alturas sin duda mueven el ánimo hacia el pensamiento profundo y la creación literaria, para la cual el príncipe Ahmed poseía un indiscutible talento. Tengo junto a mí, ahora mientras escribo su historia, un diwan compuesto por él en nasta´liq, con versos bellos y honestos que penetran el corazón con el sabor de la uva fresca y embriagan el alma como el vino. Dicen también, los que lo conocieron, que el príncipe era un joven cortés, de corazón generoso pero blando, todavía intacto por la crudeza del mundo, pronto al amor y a la ira. Impaciente con la mediocridad y la estupidez de aquellos que le rodeaban, como todo joven inteligente y capaz pero inexperto en las sutilezas del trato humano, y, aun así, cauto y amable a la hora de señalar los defectos de quienes tenía cerca; dispuesto, aunque no sin discusión, a aceptar sus propias faltas. Así, se cuenta que cuando toda la corte del sultán en Bursa censuraba a Alí Dost Bey su cobardía en el campo de batalla frente a los griegos, el príncipe Ahmed se limitó a un sutil reproche que no repitió jamás, y a partir de ese momento siempre defendió a Alí Dost de la crueldad de los otros cortesanos y soldados de su padre, preguntando a todos ellos, cada vez que ofendían al desdichado capitán: "¿Acaso no sienten miedo todos los hombres? Y si Dios nos preserva la vida ¿No será porque intuye en nosotros la capacidad de corregirnos y mejorar?"

Los sabios asienten ante tales palabras, pero también saben que uno no debe aferrarse en exceso a ideales como la justicia y la compasión divinas en el mundo terrenal, porque no es su ley la que gobierna la conciencia de los hombres, sino la de la ambigüedad, la fuerza contrarrestada con el engaño. El cinismo, escudo y guía de la persona habituada al mundo.

El príncipe Ahmed era querido en la corte por su juventud y buen talante. Favorecido por su padre Mehmet, ocupó varios cargos de pequeña importancia en el palacio real de Bursa y en la administración de la ciudad, pero en general era tenido por incapaz de suceder al sultán en el gobierno. Tan solo un príncipe más entre decenas de hermanos, que no compartían sino un mismo padre y una misma ambición, Ahmed era como una rosa rodeada de zarzales, un cordero insensato paseándose por un bosque infestado de lobos, protegido de sus mordiscos, manteniéndose al margen e ignorante de las conspiraciones y las camarillas cortesanas, solo gracias al cariño del viejo sultán, que veía crecer una sombra dudosa sobre el futuro de su hijo Ahmed una vez hubiese abandonado el mundo. Sin duda el anciano Mehmet conocía bien la naturaleza de la sucesión del poder, que había vivido en sus propias carnes, y cuando finalmente le llegó la hora, sumergido en delirios febriles, éstas fueron las últimas palabras que salieron de su boca, según me dijeron algunos de los que lo acompañaron en sus momentos postreros: "Cuidad de la paloma que vuela rodeada de halcones, ahora que el águila no reina en los cielos e impone orden en ellos".

Y dicen, los que allí estaban en aquellos días, dispuestos por el destino para ser testigos y cómplices de la historia, que el príncipe Murat, el único hijo de la tercera esposa del sultán, convocó a sus hermanos a su palacio en la capital para la lectura pública de los últimos deseos de su padre, y la celebración de un banquete en honor del difunto y la dinastía. Con el Sol sumergiéndose tras las montañas que rodean la ciudad, como una muralla de construcción divina, los príncipes otomanos van llegando al palacio de Murat, junto con visires y generales. A las puertas del edificio todos depositan sus armas bajo la custodia de esclavos sordomudos, y pasan seguros bajo el pórtico de mármol donde se ha grabado en letras inmortales la promesa de no dañar a ningún huésped que se encuentre bajo ese techo. El príncipe Ahmed es de los últimos en llegar. Se acerca a las puertas del palacio, cuando se aproxima a él Alí Dost Bey, el capitán caído en desgracia, y tomándole del brazo le pide que no entre en el banquete.

-Mi príncipe, os aconsejo que os retiréis a dormir temprano esta noche y cenéis en la soledad segura de vuestros aposentos, pues la comida que vuestro hermano ha ordenado preparar para la ocasión ha sido especiada en exceso, y es tan picante que abrirá úlceras en los estómagos de los convidados, al igual que el vino que se está sirviendo, agrio como el vinagre, se atragantará en los cuellos de los que lo beban.

-Alí Dost Bey,- Contestó el príncipe iluso- todo queda en manos de Dios, y para Él no significan nada nuestras rencillas en nombre de un poder efímero e ilusorio, excepto como fuente de tristeza. Murat es un hombre atento y amistoso. Me ha demostrado su cariño en mil ocasiones. Una vez a la semana nos reunimos en mis habitaciones para jugar al ajedrez, juego al que suelo ganarle, pues mi hermano no es un buen estratega ni sabe de trampas y argucias. Sin duda cuidará de que el vino y la comida servida no nos causen ningún mal. Ahora ven, entra conmigo en la celebración.

Ante la respuesta de Ahmed, que ya echaba a andar hacia las puertas abiertas del palacio, a través de las cuales se esparcían sobre la sombra del jardín las luces y el alboroto del banquete, Alí Dost murmuró, más para sí que para la posteridad: 

-Ay, buen príncipe, no veis que vos mismo solo sois un peón en las manos de vuestro hermano, que sin duda os ha estado dejando ganar en vuestras partidas durante todo este tiempo, pues nunca he conocido a un jugador de ajedrez más astuto e implacable que Murat.

El capitán y el príncipe entraron en el edificio. Atravesaron pasillos y pequeños salones contiguos, todos ellos fantásticamente idénticos,  como repetidos en una progresión infinita, cubiertos de alfombras de tramas refulgentes dispuestas alrededor de chimeneas cónicas. El sonido del ney y el zurna, del saz y el naghara retumbaba en los corredores y las habitaciones, conduciéndolos hasta la gran sala, donde el banquete se encontraba en su punto álgido. Los príncipes se paseaban ebrios por entre los cojines y las pequeñas mesas, se abalanzaban sobre los bailarines de ambos sexos, mientras los músicos y las escanciadoras servían los sentidos de los invitados en una algarabía de cuerda y alcohol. Murat permanecía sobrio, sentado en el centro de la habitación, fingiéndose achispado frente a sus invitados. Incluso se permitió un torpe baile aferrado a las caderas de una bailarina de piel oscura. Ahmed se sentó en un extremo apartado, rodeado de risotadas y de la alegre camaradería etílica, condenada a desaparecer tras una corta existencia nocturna. Se sirvió una copa de vino, pastelitos de miel, y observó a su hermano Murat mirarlo desde el otro lado de la sala, luego hacer un tenue gesto a uno de sus criados y ponerse en pie para llamar la atención de sus invitados, pues se iba a proceder a la lectura del testamento del difunto Sultán Mehmet. 

El crujido de las grandes puertas del salón, cerrándose, sonó lejano, pasó prácticamente inadvertido, mientras Murat leía el documento que su criado le había entregado: "Un imperio con cien príncipes son cien imperios, tan solo una cabeza cabe en la estrecha corona del poder". La frase pretendía ser monumental como una lápida de mármol, pero las mentes embriagadas de los presentes, algunos de los cuales yacían desmayados en el suelo, tardaron en comprender el simbolismo que se escondía tras esas líneas grandilocuentes. Para cuando los más despiertos habían descifrado por fin su significado, tornándoles el rostro oscuro y dudoso, los jenízaros comprados por Murat ya aferraban sus gargantas con cordones de seda, con los que hasta entonces habían anudado sus pantalones. No había una sola arma en todo el palacio, pero los príncipes fueron estrangulados mientras pateaban, esparcían platos y comidas por el suelo, manchando con vino cojines y alfombras. Algunos huyeron como animalillos acorralados, chocándose siempre con las altas puertas de madera atrancadas, solo para ser derribados y ahogados entre llantos impotentes. El príncipe Ahmed, según me contó su propio asesino, Alí Dost Bey, no vio al destino batir sus alas negras sobre él. Ni siquiera la sorpresa le asomó a los ojos. El capitán cobarde, que necesitaba volver a ganar el favor de la corte y del nuevo sultán, le pasó el cordel de seda por encima de la cabeza, apretándolo fuertemente desde atrás contra el cuello del príncipe, que intentaba averiguar qué extraña fuerza le atenazaba la respiración, tanteando el aire con sus manos aturdidas, hasta que el caos turbio que le rodeaba se hundió en una laguna de aguas oscuras, desapareciendo del mundo.

Ahora todos estos príncipes descartados, figuras desechadas por la historia, yacen mudos y sin pompa, rodeados por el silencio honesto del parque umbroso, tan solo roto de vez en cuando por el canto de algún pájaro, ignorante de sus nombres y sus vidas. Ua la galib, ila Allah.

lunes, 15 de julio de 2013

Si tejiéramos un tapiz con el hilo del corazón del hombre,
si pintásemos una imagen con los pigmentos de su sangre y piel,
veríamos reflejada en su obra el rostro de todo lo que es.
Si observáramos desde el cielo
el devenir humano en la tierra,
cada vida se nos aparecería como una partícula de color
en el mosaico de la belleza,
vacía de significado apartada de sus hermanas,
tan solo una cuerda más en el instrumento que los Dioses tañen desde su terraza celeste,
engranajes libres, almas entrelazadas con el acero de la maquinaria universal;
células orgullosas, que pretenden no formar parte de un solo corazón,
de un solo espíritu palpitante...
Gentes perdidas, que no saben que una letra no es nada si no completa una palabra,
que un punto es apenas una mancha
si no termina una frase.



domingo, 14 de julio de 2013

De Cuerpos y Manos

Mi mano dice de mi brazo que es un ladrón y un tirano,
que en tiempos antiguos vivía sola como mano,
al margen de cuerpos, cabezas y brazos.
Dice mi mano que tiene obligaciones en exceso,
que es el miembro con más trabajo,
y que este brazo, rey déspota malvado, la limita,
anula las libertades ancestrales que son heredad de todas las manos.
Mi mano sueña con un mundo descuartizado,
donde orejas, piernas y ojos,
reboten por el mundo independientes, autónomos,
sin cuerpos opresores y extraños.
Un día, al despertarme, amenazó mi mano con cortarse,
si no la desgajaba yo primero;
que no seguiría trabajando para corazones centralistas y pies ociosos,
así que entre los dos la amputamos:
ella serraba su hasta entonces muñeca,
yo procuraba que no desangrase en su ansia el cuerpo entero.
Y por fin fue feliz mi mano, vivió libre y plena
el tiempo que vivió, que no fue mucho.
Al minuto dejó de moverse,
y hoy hace ya una semana que huele.

viernes, 5 de julio de 2013

Tierra mía, mi ciudad

Tierra mía, mi ciudad;
arca de toda felicidad, jardín de mis tristezas,
que haya de irme para poder añorarte...

Que me explique Dios las naderías con que inundó al alma del hombre, que ha de alejarse para querer, y sufrir el tormento de mil lanzas de soledad hasta aprender a amar. No hay noche que no hiele si no duermo bajo el cielo de tus sábanas, y el calor que desprende cada piedra de recuerdo, cada calle que trae consigo el aroma de mil momentos que creía marchitos ¡Pero cómo brillan de nuevo en mi corazón al soñar, pasear en los callejones de mi memoria, no es mero recordar sino renacer, vivir de nuevo! Visto las máscaras del pensamiento, el manto engañoso de la experiencia, pero una sola palabra, una nota de la canción adecuada, tu silueta en una vieja foto, hace harapos de los vanos adornos de esta vida errante, los pudre y desvanece en la corriente inabarcable del tiempo, y a través del espacio vuelvo a ti, mi ciudad, mi médula ardiente. Vuelvo a tu patio de alegría y fe, burbuja de cristal, botella de felicidad ingenua, ajena a los vientos de cambio que barren el mundo. Ahí afuera reinan la mudanza, el desamparo, nada queda asentado en el lugar que se le concedió en la mente constructora del hombre. Hojas secas y arena, torbellino de vidas y civilizaciones devastadas por el correr de los siglos, en nada parecido a esta tierra en que cada roca es milenaria, y Cambio un dios extranjero. Que campen el mundo a sus anchas nómadas y vagabundos; para mí solo reclamo, para mí solo pido, cuanto ocultas tras el velo de tu pecho, ese tesoro que guarda tu amor en su caverna maravillosa, como dragón vigilante de mil escamas de rubí.

Mi ciudad, mi hogar coronado de casas y torres; que repiquen las campanas, que corran paralelos al río la cerveza y el vino de nuestro reencuentro, porque hoy mi alma ha vuelto a tí, navegando en sueños, y en tu cuarto de mil luces perfumado se ha adentrado en tu corazón desnudo, y al verse reflejado en su pared cristalina murió, iluminando al Universo con la llama dorada de la felicidad.

lunes, 3 de junio de 2013

Todo rey fue campesino,
antes de nacer;
araba la tierra y la volvía barro en su frente líquida.
Ese que ahora es un rebelde,
agitando banderas rojas que hierven como sangre en el aire,
antes de morir era gobernante,
y se decía siempre, firmando ley y muerte,
"Imperio absenti, caos regit."
El carnicero fue cordero,
el pez fue pescador,
el juez fue preso,
el revolucionario nació legislador.
El hombre es un hilo en la tela de la araña,
viajando del interior al exterior y de vuelta al centro de la creación.
El hombre es un río, 
no se puede confinar su naturaleza
en un oficio o en una psiquiatría.
No se puede guardar la vida entera en un cofre de palabras,
porque somos gotas manando de una misma fuente
cada una revelando, al estallar contra el arcoiris del mármol,
los abismos del océano.

jueves, 9 de mayo de 2013

Como despiertan las chispas del rocío a la rosa blanca
con su hermana, la rosa roja,
enredada en las verjas del jardín vecino,
el goteo del Sol tras la ventana despierta a Zeus que ronroneaba dormido,
en sueños de mantas cálidas y Veranos silenciosos,
jugando con Leda entre rosas,
paseando en su lomo los colores del Estío.
Así se enciende pausada la luz del día,
agitando nuestros cuerpos enroscados,
derramando la mañana sobre nuestra piel nocturna
desde dos fuentes de aguamarina,
vigilantes en su pedestal de gato olímpico.
Y con el día se aviva la música muda de nuestros besos,
percusión de labios dulces,
precediendo in crescendo a la orquesta de los sentidos.
Atraídas por la música alargan su cuello las hermanas rosas,
y Leda juega con un gato callejero,
pintando trazos naranjas en el verde del jardín vecino.



miércoles, 8 de mayo de 2013

A ese que se dice mi amigo,
y al pedirme diálogo me clava en la espalda su odio,
ese que al volverse mis ojos de su vigilancia
llena los oídos de mis vecinos con su desprecio,
¿Qué gracia me ha de pedir,
qué respeto le debo dar?
Si tan valiente se muestra al ofenderme,
¿A qué se indigna, si de la misma manera he de responderle?
Al rebelde de pacotilla
que me arroja palabras hirientes como espadas,
y se sorprende si yo lo callo con espadas verdaderas,
¿Qué ha de esperar de mí?
Si tan fuerte se siente para retarme,
¿No habría de serlo también para soportar mi respuesta?

sábado, 4 de mayo de 2013

Finis Gloria Mundi

Me pregunto
¿Qué guerra hay peor que la que divide en su abismo a la familia,
 y convierte la sangre hermana en enemiga?
¿Qué dolor hay más profundo que el de verse desmembrado,
privado de parte constituyente de nuestra carne viva,
y sentir agonizar el cadáver necrosado de la unidad?
Arranca cirujano, más bien curandero de matraca de huesos,
corta este brazo que ha infectado tu lengua venenosa.
Tú, sátrapa autónomo, que has engañado el oído del hombre contra su vecino,
pastor renegado de ovejas crédulas,
que aparcelas tu rebaño y lo marcas aparte para mejor despojarlo,
levantando muros donde antes reinaba solitario el verde ilimitado de lo natural.

No se me ocurre peor insulto a Dios que el de la frontera,
partición de la unidad del hombre.
Sonríete mientras puedas, mercader de ideales,
llegará el día en que te sientes ante un juez más sabio y temible,
el tiempo humano, cauce de la historia,
que aparta el barro del oro y muestra relucientes o herrumbrosas nuestras acciones,
y de cuya mano llegan los heraldos de un orden superior:
los gusanos, ministros del último mensajero,
ante los cuales el cuerpo del hombre está desnudo de cargos y oficios mortales.
El gusano no distingue entre catalán o castellano,
sureño o septentrional,
solo entiende el oscuro lenguaje de la carne muerta y las oportunidades desvanecidas.
Si no queremos amarnos como hermanos en vida,
se nos unirá como tales en la muerte.


viernes, 3 de mayo de 2013

Yo soy la brisa que te acaricia sin tocarte,
disuelta en la miríada de pepitas de luz
que espolvorea el Sol sobre el cuerpo desnudo de Primavera.
Yo soy el fruto enterrado en lo profundo del pensamiento,
alargando las raíces del anhelo,
floreciendo los colores del ensueño en el ojo abierto del día.
Yo me agito en la espuma que eleva en crespo trono el oleaje,
en la arena efímera que cabalga el viento de crin salada,
posándome en tu alma con la suavidad que guarda el cielo al cubrir la tierra,
con la intensidad con que el fuego abraza la madera seca.

Yo estoy sin estar, 
porque no soy nada lo soy todo.
Navego los espacios blancos que rugen entre las palabras, 
y construyo mis hogares pasajeros,
tiendas de fieltro nómada,
en las cimas invisibles de tus cabellos.
Yo soy ligero como el vapor, extenso como la oscuridad de la noche,
Todo esencia, sin apariencia;
como un cristal líquido reflejo el cosmos,
y soy la vida entera, sin estar vivo.

jueves, 25 de abril de 2013

Yo soy constructor, constructor de castillos,
castillos de nubes, fortalezas de sueños.
En un caballo de alas de plata, y crines doradas,
vuelo al cielo
donde hordas de ángeles dan forma a mis proyectos
con piedra de lluvia, mármol etéreo,
construimos castillos, castillos de nubes,
fortalezas de sueños.

Desde almenas de hielo, troneras de témpanos,
arrojamos mis ángeles y yo
aceite frío, flechas de viento,
a los demonios que nos ponen asedio.
Vienen del mundo, el mundo de tierra,
sangre y acero,
huyendo de la vida y el tiempo
que atormentan sus demónicos cuerpos.
Quieren conquistar nuestros prados blancos,
ríos de brisa, mares azul zafiro.
Pretenden tomar nuestros castillos,
castillos de nubes, fortalezas de sueños.

domingo, 7 de abril de 2013

Una eterna añoranza, melancolía sin final,
saberse incompleto, buscador de lo que está perdido.
Es sed saciada de sal y arena,
anhelo constante del espíritu, del canto serpenteante
en los vacíos entre piel y carne.
Es esperar lo que ya ha acabado y el regreso de quien no ha de volver,
es mirar al horizonte cristalino y ver reflejadas tan solo alegrías pasadas
interponiéndose contra la sequedad del mañana.
Una tenue llama en el dormitorio vacío,
una guía de estrellas en la noche encerrada.
Amar es andar sin alma,
fluir la sangre sin corazón,
vivir cruzando siempre el puente
entre este mundo y el siguiente.
Soñar en el abrazo del Sol,
meditar velando el sueño de la Luna.
Nada más,
Amar es desesperar.


Es Hielo Abrasador, de Francisco de Quevedo

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
¿Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo?


Desmayarse, Atreverse, Estar Furioso; de Lope de Vega

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.