Pesan en mi conciencia laureles negros,
me atenaza el alma un frío cordón,
el recuerdo de una noche de Verano
tiene ensartado mi corazón.
Me embarqué en viajes marinos,
al confín volcánico de la tierra,
frontera salada entre océano y razón.
No te encontré, a pesar de mi peregrinaje,
solo en el misterio de mis sueños te puedo ver.
La copa que me ofreciste
yace derramada en mil cristales,
como estrellas de vidrio
perdidas en un cielo vacío.
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