Con dos veleros níveos
navegas el vacío océano,
dejando tras de ti estelas negras,
arrojando palabras al mar
que rompen su carne gélida.
Por encima del oleaje observas
desde dos estrellas de ámbar ardiente,
evaporándose en una nube de oro gaseoso,
inundando el éter de brillos iridiscentes.
Yo te miro, anhelante,
desde la costa oscura
de este mar en el que reinas.
Velero, estrella, palabra...
Querría ser todo esto para brotar de tus labios,
para alcanzarte en tu vuelo,
espíritu alado, valerosa navegante.
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