Las hermanas de Santa Marina me miran fijamente,
desde una Andalucía de páramos y musas
que vive junto a la nuestra, cuya puerta es un lienzo.
Una ríe, la otra me mira profunda, incognoscible,
hasta las entrañas de mi corazón triste.
Ellas lo saben, que añoro al amor,
amor que no tiene nombre ni forma,
hecho de sueños y deseo,
del anhelo por el manantial eterno
en el que llenan sus tinajas de bronce,
las hermanas de Santa Marina.
Del cielo de piedra
se descuelgan alados espíritus
de mujeres dulces,
para llevarme con ellas a la cúpula del querer.
Desde allí, en las alturas, miraré abajo
a la humanidad doliente,
que no tiene alas para subir al paraíso,
a besar los labios de un ángel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario