Me despertó la mañana,
con el aroma de tu pelo
todavía anclado a mis pestañas,
y pensé, ahogado en una tormenta de sábanas,
que de tanto soñarte me vuelvo decrépito,
se me escapa la vida, desatándome el alma
cada amanecer que te arrebata
de mis brazos de aire y agua.
Pero recuerdo mi sueño,
yo era un viajero que soñaba
con sirenas doradas nadando en un mar de verde,
formando en su piel olas esmeralda.
Entonces me despertó la mañana,
en un día indefinido, cacofónico, huero,
en el que tú no eres ángel ni sirena
y yo no soy un marino viajero
que al dormir nos sueña.
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