Hace ya días que se esconde el sol bajo la tierra
sin haber amanecido siquiera,
y ha recorrido el mundo
trescientas veces el contorno de su estrella
sin que haya llegado a nuestros corazones la Primavera.
La misma melancolía del árbol
que llega al Invierno sin haber florecido
siento yo por terminar el día
sin que haya hecho brillar tu piel de rojo,
sin que asome a tus ojos
la alegría cristalina que te queda en la mirada
cada vez que navegamos tus sábanas,
entrelazados en forma de barco.
Porque ese fuego que arde sin quemar en mi mano,
cuando recojo en su copa la carne líquida de tu pecho,
es la energía que anima mis pasos,
la droga que estimula mi pensamiento.
Sobre todo, me hace feliz
saber que tan adicta eres de mí
como yo de ti.
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