I am only a fool
who buys many books

lunes, 2 de febrero de 2015

Perdí la práctica de hablar con el corazón,
hablar desde las entrañas, 
desde la carne honesta...
como aquel general del imperio habsbúrgico
que perdió la cabeza
-las balas de culebrina son peligrosas
en determinadas épocas del año-
y dirigía sus tropas
entre incontrolables llantos sanguinolentos...
Alguien, alguna vez, debería preguntarse de qué sirve.

Últimamente me parece vivir
en un cubo translúcido,
en una simulación violenta,
caótica, insensatamente triste,
bordada de melancolías,
anhelos.
La vida siempre andando coja de todos sus pies
y el tiempo que no hace nada por arreglarlo,
no crean estas mentiras,
todo lo que no sea sueño lo es.
El tiempo solo nos acumula como sedimentos
en el fondo de un oscuro mar calcáreo, como...
bellezas de cristal esparcidas al viento,
visiones de risas quebradizas.
La desgracia humana es desear la eternidad
en un mundo finito,
y ahora me parece
estar eternamente retornando
a algún momento pasado al que estoy irremediablemente atado
como un ahogado a su bloque de cemento
al que abraza con ese cariño caducado
que reservaba para algún momento especial,
que nunca hizo acto de presencia.
Esos momentos no vividos
que nos aguijonean desde algún lugar del futurible,
del pasado inconsciente.

Seguiría hablando para siempre,
alargado en una filigrana maya,
plano como un jeroglífico
en las paredes del templo de un Dios Dionisio,
pero ya va siendo hora de desconectar.

Un saludo, un beso viejo,
polvoriento,
que ya perdió su razón de ser...
Pájaros de papel.

Como les decía
les espero en la puerta del limbo,
hay allí un café con encanto,
me ha dicho Virgilio,
con las paredes repletas
de reliquias de tiempos muertos.

Hasta aquí,
no más allá.
Sé que lo digo cada siglo,
pero ahora sí,
estos son los últimos versos que yo le escribo.



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