I am only a fool
who buys many books

jueves, 2 de agosto de 2012

Paseo Nocturno

Mientras ando de noche, por las calles vacías, la ciudad comienza a transpirar un aire de magia, como un olor penetrante o un sabor ácido, que embriaga la razón y los sentidos. Se podría decir que la noche arropa los callejones con una sábana de misteriosa belleza, que hace surgir casas donde antes no las había, que inventa una historia para cada ventana alumbrada, donde antes solo había un cristal de polvo oscuro sin nada interesante que decir.


Por la noche la ciudad despierta, las luces, la vida y los sonidos se muestran en todo su esplendor, en todo su silencio. Los sueños de los durmientes deambulan a sus anchas por entre las viejas iglesias, y se disputan los campanarios con los fantasmas del pasado, con Don Juan y Doña Inés, y Al- Mutamid, y San Isidoro, y Bécquer y Valdés, y una miríada de espadachines y prostitutas y borrachos, caballeros e hidalgos y damas nobles, todos paseando alrededor de fuentes de piedra, descansando sus piernas etéreas en las raíces de los magnolios, a la luz de la Luna que alumbra la ciudad como un Sol de medianoche, como un mundo de plata y profundos mares de mercurio, negros y abismales. La noche llena las calles de historias e imágenes bellas.

Tras los balcones y las celosías unos enamorados arden bajo sábanas blancas, ella gime con los labios entreabiertos, apretados contra la almohada, y él le muerde la oreja. En la ventana de al lado alguien está muriendo, desde otra llegan las voces de una televisión, y la silueta de una anciana sentada en una butaca se proyecta sobre el cristal. En los portales de las iglesias duermen los mendigos, y unos amigos salen de un bar que fingía estar cerrado, volcando contenedores y alborotando con sus risas, estridentes y alegres. En algún lugar se está cometiendo un asesinato, u otro acto terrible de miseria humana; dos locos que pelean, y empapan los adoquines con su sangre. Las historias brotan de entre las piedras, se aferran a los muros y las verjas de los patios como plantas enredaderas.

Al amanecer las historias se secan, los fantasmas vuelven a sus tumbas, los durmientes se despiertan, y la ciudad regresa a sus ocupaciones diarias casi sin recordar lo sucedido la noche anterior. Los protagonistas de estas historias se funden en la marea de gente que va y viene entre comercios y cafés, sus almas confluyen en el gran espíritu de la ciudad, que respira y anima el aire sobre los tejados, y hace latir con vida y sentido cada jardín, cada casa. Como una mente colmena, un mar de recuerdos y experiencias con voluntad propia, la Ciudad es consciente de cuanto pasa en ella.

Y yo paseo cada noche por sus calles, y las luces de las farolas son como estrellas.

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