I am only a fool
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domingo, 10 de marzo de 2013

Encuentro en tu Puerta

- Apártame de tu abrazo, sombra odiosa y deseada, belleza oscura, negro anhelo. ¿Por qué vuelves a atormentar mis días de paz? Eres como un cuervo que vuela a festejar su apetito sangriento en los despojos de mi corazón. Dios, detenme; cómo me arrastra el deseo a morir entre sus brazos, a sacrificar mi alma por un día de placer en su regazo. Vamos, dime ¿Por qué me buscas, noche del recuerdo?

- ¿Yo, buscarte? Sigo quieta donde he estado siempre, donde me dejaste, abandonada en un jardín sin primaveras, en una ciudad donde las mañanas no amanecen si no que yacen sumergidas en una vigilia eterna de cenizas y almas en pena. ¿No fuíste tú el que se marchó a conquistar el mundo, y fue tan cobarde que ni un paso pudo dar sin volver atrás la mirada? Me arrebataste el amor y a cambio me bordaste la vida con espinas. Y sin embargo, ocultas de mi sufrimiento, enterré en mi corazón cada una de las cartas que me escribiste, con tintas de Fenicia en papel comprado a algún mercader del Oriente, o así aderezó la realidad mi imaginación. ¿Crees que no intenté llenar el vacío que dejaste hundido en mi pecho? Mis besos coronaron a otros pretendientes con la gloria de poseerme, igual que tú, niño fantasioso, habrás llenado los sueños de otras mujeres, y las habrás elevado en tu delirio a la posición de princesas, y a tí mismo a la de cortés caballero. ¿Crees que te esperé? Te equivocas. ¿Acaso lo hiciste tú, si es que puede esperar quien vuelve la espalda y se marcha? Y a pesar de todo siempre conservaste un anzuelo clavado en los meandros de mi cuerpo, envenenándome la sangre cada atardecer. ¿Ves mi rostro frío, adornado de sonrisas tan falsas como orgullosas, prontas a convertir en una broma la verdad que carga mi alma, pesada y cruel como una cruz? Este es el muro que interpone la razón entre nuestras vidas, pero tras sus piedras mis entrañas se retuercen de deseo y melancolía. No he venido a buscarte, nunca esperé que volvieras, pero cómo han soñado mi corazón y mi carne con tu regreso.

-Mil veces he calmado mis desvelos con la droga del olvido, y he llenado un cofre con lugares, aromas, belleza, y cuantos placeres puede ofrecer al alma este mundo. Pero todo palidece, todo lo que he visto y sentido pierde su valor. Mis recuerdos cambian su cubierta de oro y cristal por el óxido, la suciedad del camino, cada vez que los comparo con la memoria de tu cariño, de tus ojos amantes acariciándome en cada mirada. He querido olvidarte, alejarme de tu piel de arena y conchas, pero tus cabellos, ondulándose en una marea de rizos negros, me arrastran con fuerza ineludible contra la costa de tus labios, y como un náufrago varado en su voluptuoso fuego me entrego al placer de besarlos, cayendo con cada roce de nuestras mejillas en tu paraíso de belleza infernal. He intentado olvidarte visitando puertos lejanos, tierras donde el cielo es extraño y las estrellas hacen guiños al mundo en una lengua antigua y desconocida, pero tu presencia me ha susurrado al oído incluso cuando compartía la noche con otras mujeres, y tu cuerpo cálido era el que se acostaba a mi lado en mis sueños. He sido un cobarde, porque no he podido olvidarte. Tan profundamente te adentraste en mi corazón que ni una tormenta de placeres podría sacarte de mi alma.

-Calla, abrázame, anuda nuestra perdición con un beso de amor ardiente, de esos que derriten las distancias y hacen saltar los corazones por encima de la cordura.

- Hoy muero, y renazco convertido en un hombre completo, que sabe que cuanto más se aleja de tu fuego amante más deja de ser hombre, y se convierte en bestia esclava de sus anhelos y melancolías. Átame a tu pecho con el nudo perfecto de tus brazos y tus dedos entrelazados; quédate a mi lado como la Luna, desobediente al mandato divino, aguarda en el cielo la llegada de su Sol enamorado.

-Alumbra mi rostro en una mañana de brillo dorado, mi Sol eterno, y vete para volver, vuelve a abandonarme, y abandona tu orgullo al volver de nuevo, porque el lazo que sujeta juntas nuestras vidas está tejido en la misma tela con que el anciano Tiempo hila su túnica.  Yo sé por qué aquel día, al marcharte, no pudiste dejar de volver la mirada. Ni el más valiente de los hombres puede partir sin añorar su corazón, atado en la oscuridad tras él. 

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