sus torres, patios,
calles que, tranquilas en la infinidad del tiempo,
calles que, tranquilas en la infinidad del tiempo,
se funden en el cielo de tu rostro,
se adoquinan de tu piel suave, de caricias soñadas.
Tu pelo se vuelve enredadera en los muros de las iglesias,
y brota cada noche su flor negra esparciendo como un aroma tu risa,
muda imagen de un sonido en mi recuerdo.
y brota cada noche su flor negra esparciendo como un aroma tu risa,
muda imagen de un sonido en mi recuerdo.
Abrazados al vuelo de las campanas, sobre las azoteas,
por entre el cielo cristalino del Verano,
son suspiros, libres de la cárcel de tus labios;
vuelan llenando el espacio de soles,
haciendo eco en el fondo de las fuentes,
goteo tranquilo hasta la profundidad del ayer.
vuelan llenando el espacio de soles,
haciendo eco en el fondo de las fuentes,
goteo tranquilo hasta la profundidad del ayer.
Incluso en aquél mundo de sueño y fantasía,
cuando los azahares eran soldados,
cada torreón un castillo de embrujo,
y las naranjas caídas en el suelo planetas extraviados,
cada torreón un castillo de embrujo,
y las naranjas caídas en el suelo planetas extraviados,
¿No se sentían tus miradas inocentes en la plazuela de mis juegos,
no sonaban mis pasos, apresurados, al correr con el latir de tu pecho
acercándose, llenándose del aire y el aroma de esa Primavera
que habría de estallar en luz y sensaciones nunca imaginadas?
Hacia el mar se alarga tu figura,
se derrite mi pensamiento
en el río lánguido de nuestra existencia,
adornado de puentes, salpicando olivos,
adornado de puentes, salpicando olivos,
moldeando campos y volviendo llanura las colinas,
hasta que frente a Cádiz te rompes en las mil gotas verdiazules del océano,
y hoy tu rostro es la Luna en el cielo de mi pasado,
su cara oculta la oscuridad infranqueable del futuro.
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