I am only a fool
who buys many books

miércoles, 8 de octubre de 2014

Alta Fidelidad

La luz tricolor de las lámparas gaseosas daba un toque de irrealidad al salón del Club Lancaster para Caballeros en Argyll Street, Londres. Los grandes ventanales dejaban entrar el tímido resplandor de una farola solitaria, casi ahogada por la intensa lluvia repiqueteando con estruendo en los cristales de la estancia. En el interior flotaban las espirales de humo de las pipas de agua fosforescentes. Un mayordomo modelo M-Butler015 transportaba bebidas sobre una bandeja, moviéndose con parsimonia entre las mesas y los butacones donde se acomodaban los más distinguidos gentlemen de la ciudad. En las paredes colgaban objetos de los rincones más exóticos del sistema solar: la cabeza de una salamandra atómica de Mercurio, un tiburón abisal de los mares de Europa, jeroglíficos marcianos…Cuando entró en la sala, el joven Albert Grey colgó su chistera y su chaqueta de una percha, se dirigió a la mesa donde lo esperaba su amigo Alleister Greene, que lo saludó con gran efusión, y pidió al mayordomo una copa de brandy.

-Buenas noches, amigo mío. Traigo noticias.

-Oigámoslas.

-Finalmente ha llegado.- Albert se inclinó hacia su amigo, bajando la voz-La mujer.

-No me digas…-Alleister dejó escapar una risita-Estoy deseando verla.

-Es un modelo nuevo, diseño alemán, pelirroja, incansable…Y cien por cien fiel.

La sonrisa de Alleister se desdibujó en un gesto de preocupación.

-¿Todavía piensas en Emily?

-Siempre. Lo último que oí es que ahora vive con él en una granja de langostas, en Kenia.

Alleister dió una calada a su pipa de agua, que se iluminó con una fantasmagórica luz verde.

-¿Albert, has estado con alguna mujer de carne y hueso desde…lo de Emily?

-No, y nunca volveré a hacerlo. Ahora tengo una meca-esposa. Cien por cien fiel.

La conversación continuó por otros derroteros, igualmente vanos. La lluvia se volvió más intensa, aporreando con violencia los tejados de las casas como si quisiera hundirlas con sus moradores dentro. Albert esperó a que escampara un poco. Al salir a la calle eran ya más de las doce. Cuando por fin llegó a su casa, Albert Grey escuchó un extraño chirrido metálico, el bamboleo rítmico de contrapesos y ruedas dentadas, proveniente del piso de arriba. Subió coriendo las escaleras hasta el dormitorio. Allí, su mayordomo modelo M-Butler014 se agitaba como un juguete desenfrenado sobre su meca-esposa, que expulsaba bocanadas de vapor blanco de su apertura bucal, su piel artificial temblando en éxtasis. La habitación olía a caucho quemado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario