de dorados que no son de este universo,
llegaron prendidos en la noche
como estrellas de ámbar y oro estañado y,
por confundirse en el brillo de la cerveza y el vino blanco,
se toparon con mi lengua desorientada
que ofende al cielo con palabras equivocadas.
Se ríe sin embargo el verde de las hojas de otoño,
queriendo compensar vanidad de broma,
y anochecer de fiesta,
pide con mirada dulce que se le haga justicia escrita,
y por verla sonreir,
quién no haría arder su corazón por verla sonreir,
yo le prometo exprimir el fruto ácido del árbol del juicio,
arrancarle gotas de belleza que perfumen sus colores,
nuevos enemigos de la oscuridad,
ni verde, avellana o azafrán, todos ellos juntos
fundidos en abrazo líquido y arroyo de sonrisa cristalina.
Gotas de savia que ruedan por un tronco áspero,
por suelo boscoso de láminas de pino, alerce,
iris castaño, ojos de abeto y tierra desnuda,
bañada de frescas chispas,
que nacen en río de mirada salvaje.
Como caballeros y damas de antaño,
oscuros, en triste rincón de historia olvidados,
derrochamos diccionario en la cosa más simple,
en la belleza más sencilla, primigenia,
tan solo tus ojos, sin filosofías,
solamente dos destellos de mar, nada más.
¿Hay cosa más importante de la que hablar?
To my friend Asia, being offended for a joke I made about her eyes one partying night in Ankara, I promised her to write about them, and make them justice. Hope you like it!
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