de mi cuerpo desintegrado nacerán montañas,
de mi sangre ríos,
de mis palabras extremas los dioses del cielo,
de mi odio sus demonios, que roen las raíces del mundo.
Con mis ojos soplaré un orbe de vidrio,
de su iris brotarán los colores de la Primavera,
y con mis huesos moldearé la armazón del tiempo.
Yo soy Purusha nacido del huevo de oro,
yo soy Ymir de la raza del hielo,
y Tú eres el corazón que late en el pecho de mi creación,
el vacío que rebosa en el aliento de la vida,
la libertad que bulle en cada criatura que surge de mis estragos,
el pensamiento que reposa tras la roca tallada,
la voluntad que mueve las ruedas del firmamento,
el árbol que crece en el centro de la laguna
donde uno es todo y todos son Tú mismo.
Entre mis escombros, cuando me haya desvanecido,
y todo lo que he sido sea de nuevo,
permancerá la rosa de la vida,
cuya savia es tu fuerza, y su color tu juicio.
Con tu permiso se lo dedico a mis futuros hijos, los que nos perpetuarán, si Dios quiere.
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