¿No son este mismo paisaje, todos estos elementos que lo componen a la vista, familiares y conocidos?
Cuántas veces habré recorrido esta senda, tantas como para que mi memoria camine más aprisa que el camino mismo, y se adelante de lejos a su abrupto final de barro y espinas. Estos mismos pasos ya los dí, si no con ánimo más firme con corazón más dispuesto y alegre, como tierna res que pisa por primera vez el cobertizo de su carnicero, como inconsciente Ulises que se hace al mar azul profundo en misterios. Pero mis ojos ya prevén el final, tristes, cansados; solo dolor espera al término de los paseos del corazón. No hay esperanza en llegar a prado fresco donde crezcan colores a la sombra del olivo y el castaño, y aún así siempre aparece loca, dispuesta para esos ojos verdes que no dejan de ver los míos. Podrán mirarse, perderse cuanto quieran en sus anhelos, y podré sentir en la distancia y las frías mañanas de ensueño su roce de espejismo, sus visos como de amanecer empapado por la lluvia, como fina orilla tendida al pie de la laguna verdiazul.
Porque tu piel es de caricias soñadas y tu pelo es de noche cargada de deseos como estrellas, que huirán espantadas al nacer de la mañana; y ese será el fin de este camino de ideales y ensueños, siempre en soledad, siempre transformado en realidad impávida y marchita, de sombra y ceniza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario