Desnuda, libera tu piel de su cárcel de hilo y seda, porque solo ella se basta para hacerte hermosa. Desnuda, la colina nevada y su pináculo de roca rosada, brillante a la luz de nuestra llama, abre la llanura de hierba suave a sus pies, tus piernas líquidas como el interior de una naranja. Desnuda, el corazón ansioso y los ojos brillantes del deseo, al brillo oscuro de una vela.
Que no quede nada entre los dos, que el cuerpo placentero se haga uno con el roce. Desnuda, la oscuridad que nos arropa en nuestros juegos, no la dejes marchar.
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