I am only a fool
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domingo, 22 de enero de 2012

El regreso

Por el camino de los juncos, por la colina junto al río, ya se ve llegar a Ulises que partió, a Simbad sin barco ni ricas mercancías; vuelve a la isla de su infancia, al sol que alumbró al nacer, y le saluda el viento entre las ramas, "¿No eres tú aquel que partió a ver mundo, no eres aquel que una noche, cuando hasta la luna yacía arropada bajo oscuras nubes, abandonó hogar, familia y amigos?" Y los gorriones, inteligentes, rebuscando en su bolsa alguna miga de pan duro, creen reconocerlo. "¿No eres tú aquel que soñaba aventuras y reinos perdidos, que nos hablaba de voluptuosos perfumes, de ciudades de Egipto?"

Y él responde: "Tristeza, solo encontré tristeza".

Ya llega a la puerta antigua de la muralla de ladrillo y cerámica, las ventanas que visitó, cuando el cielo era joven y hacia poco que las islas flotaban en el mar. A esa, en la que arde una luz, se asoman unos ojos. "¿No eres tú aquel que prometió amor eterno, eterno cariño? ¿No eres aquel que dijo que volvería? Cuántas noches soñé que regresabas a ejecutar a mis pretendientes, a reclamar mi corazón, para siempre tuyo. Pero se secó esperándote, lo mató la seguridad de que habrías encontrado otros rizos en los que perderte, unos pechos más dulces donde posarte."

Y él piensa: "Tristeza, solo encontré tristeza".

En la casa todo sigue igual, ni las mesas ni las paredes se han movido, como los huesos de un esqueleto tampoco cambian de lugar. El viejo cachorro, ciego, reconoce su olor. "¿No eres aquel niño que jugaba conmigo, me tiraba una pelota de cuero, me rascaba detrás de la oreja? ¿No me dejabas dormir en tu misma cama y me llevabas, todos los abriles, a oler las flores en los jardines? Las personas de esta casa murieron, todos se fueron, y solo quedo yo."

Y él lo acaricia, se sienta en un viejo cojín. Perdidos barco y amigos, perdido el amor en un mercado de Tiro, perdida la sabiduría de tanto buscarla, tan solo le quedaba Ítaca, su viejo sueño, su regreso tantas veces pospuesto, el retorno a un tiempo de esperanzas cálidas y besos despreocupados. Y el polvo y las arañas, asentados en la casa, se acercan curiosos al intruso. "¿Y tú quién eres, has encontrado ya el asiento que buscabas?"

Y él responde: "Tristeza, donde me he sentado se llama tristeza".

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