que como una enredadera a la sombra del Verano
cubrían las cristaleras de tus muros.
Qué luz reflejan sus vidrios de aguada,
destellando en rojo, azul y amarillo, color del día recién nacido,
sobre los que paseamos por tu calle adoquinada de deseos.
Yo me detengo, agotado de mi largo vagabundeo,
llamo a tu puerta,
Y te pido una copa para beber
del dulce agua que nace y borbotea
en la cañada brillante, fuente de mármol
donde bañan las tórtolas sus alas cansadas,
frente a tu puerta.
Tú te sonríes con la mirada, dices,
"No, no; no puede refrescarse en mi fuente
cualquier viajero que por el camino pase.
Si te pongo mi copa en las manos
y te dejo beber hasta hartar tu sed,
no volveré a verte caminar mi calle.
Vuelve mañana noche,
cuando la Luna sale llena
a pasear la envidia de las estrellas,
y verás entonces
que es más bello su reflejo en el agua de mi manantial
que el de la luz del Sol en su piel pálida
cuando se cubre el cielo de noche.
Vuelve entonces, y podrás beber de mis labios
el agua de mi fuente".
Vaya, veo que esa ciudad te inspira!!! Solo espero que no te quedes por allá, se te echa de menos en Sevilla
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